martes, 15 de noviembre de 2022

Puesta a Tono

Ella se acerca a El lánguidamente, pasando su lengua sobre sus labios, relamiéndose ante lo que va suceder en breve.
El la observa con los ojos medios cerrados, a través de las pestañas, cigarrillo en mano, copa en la otra.
Unas manos deshacen el cinto y atacan la bragueta, donde se esconde la fiera dormida.
La mano toma delicadamente la polla haciendo suaves presiones sobre ellas, bajando la piel del prepucio, dejando la cabeza del glande al alcance de los labios carnosos que le besan suavemente, esos labios descienden a lo largo de la polla repartiendo miles de besos chupones. Hace paradas para humedecer los labios que siguen su ritmo endiablado marcando la polla desde el glande hasta los testículos.
Eso produce un cosquilleo intenso a la polla que vibra bajo la lengua experta, esos labios que la aprietan todo lo largo de su recorrido y que cuando llegan a la punta se retiran con picardía, haciendo que la polla se lance hacia adelante buscando la boca succionadora.
Se pasa la lengua sobre los labios para humedecerlos y toma el glande de nuevo solo con su lengua, enroscándose tragándola suavemente pero sin pausa, notando con se sobresalta dentro de su boca, pero sin piedad continua su absorción, hasta comerla entera, el vello púbico se moja por los labios rojos lleno de polla, un leve movimiento similar a una arcada indica que llego lo más profundo de la garganta.
Ella se frena y mira hacía arriba buscando Su mirada. Marca una pausa con la boca llena de polla.¡¡Cuánto me gusta comerte esta polla, cabron!!, cuando acabe con ella , follame como sabes que me gusta..

.
El esta como en otro mundo, lleno de sensaciones, como ido, en otro nivel.
Ella sonríe y continua su tarea.


La piel de la polla esta húmeda a placer, sus venas bombean con fuerza, su fina piel erizada, unas gotas se evaden; son recogidas por la lengua ávida de jugo, esa lengua que ahora pasea por el glande como si de un helado se tratara,una pasada, hacía arriba, humedecer la lengua y vuelta a pasar la lengua bien abierta todo lo largo del glande, la vuelta a la base la efectúa con suaves besos.


La mano tantea las bolsas masajeando los testículos. La lengua se acerca a esas bolsas milagrosas y las lame con energía en un intento de dejarlas brillantes, un dedo loco y atrevido va donde lo que parece una estrella, ese ano bien plisado, que el dedo juega a alizar con saliva y paciencia. El ano se relaja ante el masaje y se deja alizar y sonríe al dedo atrevido que aprovecha la "sonrisa" para meterse un poco, lo suficiente para logar que la polla se ponga nerviosa y se sacuda un poco.
La boca sigue su movimiento infernal de sube y baja de la polla bajando apretando subiendo suave.
Los labios empujan lento pero firmemente la piel que cubre la cabeza, dejando el frenillo al descubierto, cosa que aprovecha la lengua para "molestarle" un poco.
La polla esta en su punta máximo, estirándose como nunca, pega una sacudida y lanza su leche como si fuera una cascada, salpicando todo el bello rostro que tiene delante y que se relame toda procurando no perder ni gota

lunes, 14 de noviembre de 2022

Relato de Candyman. Titulo : "El Garaje"

Cuando uno no sabe cómo decir algo y la otra persona te dice que no es necesario hablar…, te sientes bien, seguro, confiado y te entregas a sus manos. 

Aquella noche era importante: corte de pelo por la mañana, comida ligera, ducha caliente, abundante perfume por todo mi cuerpo y la ropa que Ella había comprado para la ocasión: traje negro, camisa blanca, zapatos, calcetines y cinturón a juego. Me extraño la camisa blanca pues el "código" y el "protocolo" es importante para Ella, pero no hice preguntas, me vestí sin más complementos y a las 19:25 cogí las llaves, cerré la puerta y llamé al ascensor. 

Tenía que estar a las19:30 y no quería llegar tarde. Estaba nervioso, me miré en el espejo del ascensor, suspiré y una leve sonrisa se apoderó de mi silencio. Las puertas se abrieron, deposite las llaves de casa en mi buzón, excepto la del cajetín que el día anterior se la había dado a Ella. 

Allí estaba yo aguardando su llegada mirando los coches pasar, buscando su mirada; una mirada fuerte, dura…, intentando encontrar esos ojos que me cautivaron la primera vez que entraron dentro de mí… 

El tiempo pasaba muy despacio, hice el gesto de buscar mi reloj, pero Ella había sido clara: "nada de relojes ni de ropa interior; donde te llevaré no te harán ninguna falta". 

Ella jamás llega tarde, no era normal, de hecho, Ella siempre llegaba antes que yo. Así que los nervios se volvieron más insistentes. 

Al rato un coche se detuvo delante del portal. Yo miré y no la vi. Eran dos desconocidas vestidas de cuero negro que no dejaban de mirarme. Yo baje la mirada y busque de nuevo mi reloj, siempre lo miraba cuando estaba nervioso, me daba seguridad, pero no lo tenía; opte por moverme un poco del portal como alejándome… Entonces una de ellas, la copiloto, se bajó del vehículo me abrió la puerta de atrás y me invito a subir. 

  • Sube Javi, te están esperando (dijo con voz serena). 

Yo mire a un lado y a otro buscándola a Ella, pero no estaba. Al escuchar mi nombre me dio confianza y me acerqué; me detuve en la puerta del coche y al bajar la mirada, reparé en unos preciosos zapatos de tacón de aguja, la miré y pagué caro mi atrevimiento: me cogió los huevos de golpe y me dijo: 

  • ¡Entra ya! 

Entre rápidamente. En el asiento había una bolsa negra de terciopelo con cordón, unas esposas y unas tijeras. 

  • Ve hasta el final, que voy a pasar yo también. 

Subió, cerró la puerta y el coche arranco. 

Yo no me atrevía a decir nada, apretaba mi polla con mis muslos, protegiéndome, y aunque aquello me dolió, estaba excitado. 

  • Las manos a la espalda. 

Me esposó, me colocó la bolsa en la cabeza y la cerró en mi cuello por medio del cordón. No veía nada. 

  • ¿Puedes respirar, perro? 
  • Si, Señora 
  • Vaya veo que has prendido educación de golpe. A los perros como tú hay que atarlos en corto; en cuanto ven unos tacones ajenos se les van los ojos y pierden los modales. 

Sentí de nuevo su mano en mis huevos, pero esta vez con mimo, palpando mis genitales. 

  • ¿No estarás excitado verdad? 

Guarde silencio, no quería que lo notara, pero era evidente que lo estaba. Ella se dio cuenta y apretó más la cuerda. Comencé a notar que me costaba respirar. 

  • Señora no respiro bien… 
  • Te he preguntado si estás excitado perro, no me hagas repetir las cosas. 
  • Sí Señora, lo estoy 

No acababa de terminar la frase cuando me dio un golpe en los huevos. 

  • Señora no respiro bien, por favor. 

Note como cogía las tijeras y empezó a jugar con ellas por mis huevos. 

  • Señora, se lo suplico… 

Estiró la bolsa y le hizo un pequeño corte a la altura de mis labios, abrí la boca todo lo que pude para recuperar la respiración y ella me escupió dentro… 

  • ¿Mejor? ¿Ya respiras mejor? 

Volvió a escupirme y la verdad es que me encanto. Me sentía sucio e indefenso a merced de dos desconocidas sin saber muy bien que ocurriría. 

  • ¿Mi Señora no va a venir? 
  • ¿Tu Señora? ¿Quién te ha dicho que es tuya, perro?  

Me abofeteo. 

  • ¿Crees que la mereces? ¿Crees que un mierda como tú puede decir que es suya? 

Volvió a abofetearme está vez con más fuerza. 

  • Su, recuerda lo que dijo Ella: "nada de golpes en la cara". 
  • Isa no te preocupes, si se está divirtiendo, ¿verdad cerdo? Tenemos toda una sorpresa preparada para ti. 

No supe bien que responder y guardé silencio. Noté que el coche se detenía y hacía sonar el claxon. A continuación escuche lo que parecía el ruido de una persiana vieja de garaje. El coche entro y la persiana bajo de golpe. 

Su e Isa bajaron del coche y escuche sus tacones alejarse. Yo me quede inmóvil sin saber muy bien qué hacer ni qué esperar. 

Por fin mi puerta se abrió; noté una mano suave en mis labios cargada de un perfume intenso, dulce y amaderado que reconocí inmediatamente; me sobresalte de alegría. 

  • Señora, por fin, ¿es Usted? 
  • Cachorrillo… 

Lleve mi cabeza hacia su mano acariciándola con mi movimiento, buscando su calor. 

  • Vamos a quitarte esto, no es necesario que lo lleves. 

Me retiro la bolsa y las esposas y mis ojos resplandecieron al verla; con un dedo retiro los restos de la saliva de Su y los introdujo dentro de mi boca sonriendo. 

  • Una noche movida, ¿no te parece? Te sienta muy bien el traje 
  • Sí Señora, gracias. 
  • Préstame atención, ahora pueden pasar dos cosas: la primera es que te lleve de vuelta a tu casa y esto termine aquí; o puedes salir conmigo de la mano del coche para que te entregue a mis amigas y te usen a su antojo. ¿Qué decides? 
  • Y, ¿Usted qué hará Señora? 
  • Yo observaré y disfrutaré viéndolo y si me apetece intervenir, intervendré. Todo irá bien. Estoy aquí contigo. Sé que nunca habíamos hablado de esta situación, pero también sé que el que te "cediera" no era uno de tus límites. Llevamos ya un año juntos y creo que ha llegado el momento de avanzar. 
  • Sí eso piensa Usted, lo haré con gusto Señora. 

Ella me cogió de la mano y me saco del coche. Estaba preciosa con vestido corto de terciopelo rojo ajustado de tirantes con escote corazón, zapatos rojos de tacón y una delicada gargantilla de terciopelo rojo adornando su cuello. 

Estábamos en una nave alargada grande de techo alto en la que hacía bastante calor con iluminación de fluorescentes blancos a los lados. 

CONTINUARA 

 

viernes, 28 de octubre de 2022

Los Palillos Chinos

Cuando llego a casa…, respiro, dejo las llaves a la entrada en una jabonera blanca con forma de manos a la que cambie de funcionalidad porque me gusta dar mi propio sentido a los objetos y personas que me rodean. Ellos son lo que yo quiero que sean para mí. 

Un poco de música de los cabarets alemanes de los años 30 cortesía de Master Frank con ese sonido cálido de gramófono antiguo y en seguida a la ducha. No me siento Yo vestido con esta ropa de trabajo…, debo preparar mi cuerpo para la visita de Alicia a WonderLand. 

Botas, pantalones, chaleco y muñequera de cuero negro con dos hebillas, muy de código…  

La calefacción bien fuerte; entreabro la puerta; dejo un sobre dorado en el suelo de la entrada; me siento en mi butaca y enciendo una lámpara detrás de mí; apago el resto de luces, preparo una pequeña alfombra blanca a mis pies y me dejo embriagar por la música. 

Disfruto estos instantes de espera, recogiéndome en mi mente, disfrutando de Alicia, de su pelo, de sus manos, de sus pies, de su mirada, de su olor, del perfume de su bajo vientre… ¡Qué ganas de volver a tenerla a mis pies! 

En el reloj están a punto de dar las 22:00, comienzo a escuchar el sonido de tacones subiendo por la escalera antigua de madera, bajo la música para concentrarme en esa dulce melodía que es su caminar. 

Son exactamente 20 escalones de los antiguos de las "corralas" madrileñas; menciono esto porque son desiguales y nada fácil de subir con tacones de aguja. 

Le di unas instrucciones muy claras para poder entrar en mi casa: zapatos de tacón negros, medias, una gabardina y un juego de palillos chinos…, nada más. Cualquier prenda de más o de menos la haría salir de Wonderland con la misma prisa con la que había entrado.Yo cuidaría de ella, mientras estuviera entre mis manos, no tendría que preocuparse de nada…Vislumbro su silueta a través del hueco de la puerta. Ella sabe qué aunque la puerta está abierta no debe entrar sin mi permiso (eso lo aprendió otra noche en manos de mi fusta).Dos golpes de nudillo en la puerta. 

  • Pasa y cierra la puerta por favor. 

Estaba preciosa, había venido perfecta, me hubiera costado echarla si hubiera desobedecido. 

  • Buenas noches Señor. 
  • Buenas noches Alicia, un placer tenerte aquí conmigo. ¿has traído los palillos como te pedí? 
  • Sí Señor, aquí están. 
  • A tus pies tienes un sobre dorado, es para ti. 

Flexionó sus rodillas, lo recogió, saco la tarjeta que leyó atenta; cuando terminó, me miro a los ojos y se dirigió muy despacio hacia mí. Yo aproveche para subir un poco la música. Se situó en la alfombra blanca apenas a 50 cm de mí; podría tocarla si hubiera querido, creo que ella lo deseaba, pero quería mirarla, que notara como me metía dentro de su interior y buceaba en sus deseos. 

Le hice un gesto con mi cabeza, cuando empezó a sonar "Lili Marlene" de la voz de Marlene Dietrich… Ella se quitó la gabardina de golpe y la dejo caer al suelo. No pude evitar sino suspirar y una sonrisa cómplice brotó de mí. 

Me entrego los palillos y siguió las instrucciones del sobre dorado: fue a la cocina recogió la bandeja donde había un plato de sushi, una botella de agua y un consolador. 

Se puso a 4 patas en horizontal delante de mí y yo coloque la bandeja en su espalda. Llevé los dedos de mi mano izquierda a la comisura de su boca, acariciándola hasta que Alicia comenzó a lamer y chupar mis dedos al sentirlos dentro de su boca; lentamente los saque y empecé a acariciar su sexo y separar sus labios… ¡Qué satisfacción comprobar que estaba excitada! Ahora ya podía cenar tranquilo comiendo el sushi con los palillos chinos que amablemente me había traído Alicia… 

P.D.: Lo que paso después ya es otra historia que sólo a dos atañe. 


viernes, 21 de octubre de 2022

El primer castigo

Tenía orden de no usar bragas más que durante mi menstruación. Y así lo había hecho, hasta ese día...

Era invierno y, como siempre suele suceder aquí, soplaba un viento constante. Yo llevaba mi collar puesto, oculto bajo el cuello de mi jersey. Me gustaba llevarlo, me  sentía absurdamente abrigada (en más de un sentido) al llevarlo. Sentía como un calor que se irradiaba desde mi cuello hacia el resto del cuerpo. Era excitante, despertaba mi imaginación, me traía recuerdos. Iba caminando por la calle pero en realidad mi mente estaba en otros sitios.

Y claro, mente traviesa + collar puesto + sin bragas + viento + humedad vaginal = frío gélido en la entrepierna.

Así que me di media vuelta y volví a casa. Me puse unas bragas y otros pantalones y volví a salir a seguir con mi  día. Pero no estaba cómoda, no me sentía bien. Sabía que estaba desobedeciendo.

Lo primero que hice esa tarde, al verle en la pantalla, fue confesar mi falta, explicando mis motivos para hacerlo. Él se quedó pensativo durante unos minutos y al cabo de un rato, esbozó esa sonrisa depredadora que yo había llegado a conocer muy bien en muy poco tiempo. Sólo que esta vez esa sonrisa no denotaba un "juego" divertido, sino algo que, seguramente, me resultaría mucho menos placentero.

Me explicó que sus castigos siempre eran duros, que prefería castigar duramente la primera vez para evitar una reincidencia. Y que sus castigos siempre estaban relacionados con la falta.

Dijo: "Querías llevar bragas, muy bien. Llevarás bragas, entonces. Te pondrás una, y no te la quitarás hasta que hablemos el lunes por la tarde. No te la quitarás para nada. Si tienes que ir al baño, a mear,  lo harás con ella puesta. Si es a otra cosa, podrás apartarla, pero no quitarla."

Era jueves. Y el domingo tenía visita de mi familia, algo que no podía cancelar ni cambiar. Se lo recordé, pensando que lo había olvidado y que cambiaría las fechas del castigo. Pero su sonrisa se ensanchó aún más, cuando me dijo "Ya lo sé". Le dije que era imposible, que no podía estar así, que el olor, que se darían cuenta. Y me dijo que en mi mano estaba acatar el castigo o no.

No hacía más que pensar en cómo estarían las bragas el domingo. Hasta entonces podía evitar el contacto con la gente, estar en casa. Y tenía que cumplir el castigo.

.... Y se me encendió la bombilla. Y en ese momento, fui yo la que sonrió de oreja a oreja.

Pasaron los días, cumplí mi castigo a rajatabla. Recibí a mi familia el domingo, pasamos el día juntos y fue una visita muy agradable.

El lunes por la tarde, cuando estuve ante él, lo primero que me preguntó fue si cumplí. Y le dije que sí, puesto que así había sido. Quiso saber entonces cómo había hecho para que mi familia no se percatara de nada. Y entonces le dije: "El castigo era llevar las bragas puestas, todo el tiempo, hasta hoy por la tarde. Lo único que podía hacer era apartarlas un poco en el baño cuando no era para orinar. Tenía que mear con ellas puestas. Y eso hice. No me quité las bragas ni un momento, ni siquiera toooodas las veces que me duché ese fin de semana para que estuvieran limpias" Y sí, lo confieso, cuando acabé de decirlo tenía una sonrisa de satisfacción en mi cara. De hecho, pensé que se iba a enfadar, pero no. Lo que hizo fue soltar una larga y estruendosa carcajada y mirarme con un cierto velo de orgullo en los ojos. Eso sí, me dijo que para el próximo castigo se encargaría de que no hubiera "flecos" por donde evadirme.


domingo, 9 de octubre de 2022

La Goma Azul

Aquí estoy de nuevo, desnudo, con unos zapatos de tacón de aguja negros; con mis muslos, apretados, tapando mi sexo, delante de un espejo con la goma azul de su pelo en la palma de mi mano. Miro…, respiro…, y siento… Recuerdo nuestro primer encuentro, nuestro primer café, la primera mirada que me atreví a mantener, no como reto, sino como señal de respeto. ¡Qué placer deslizarme por el iris de sus ojos y bucear en un maravilloso río de lava ardiente que descubrí en su interior! 

Cada vez que con firmeza cierro mi puño y su goma azul traspasa mi mano, mi vientre se encoje, mi corazón se estremece, mis ojos se cierran y todo mi mundo desaparece, se convierte en vacío…, un vacío de su recuerdo. Vacío de sus manos, de sus pies, de su mirada, de su pelo que con tremendo placer mecí entre mis manos como si se escapara el viento entre mis dedos. 

Como cada noche rocío la goma con su perfume y la acerco levemente a mi nariz para sentirla cerca aunque todo mi ser esta ya empapado por su esencia; deslizo mi lengua con sumo cuidado por el interior de la goma, mimando los contornos, saboreando su aroma con mis labios haciendo presente la adoración de su sexo. 

¡Déjeme ir! Por favor Señora, se lo suplico… ¡Déjeme ir! 

Déjeme que abandone su recuerdo, su pasado, mi presente… ¡Déjeme ir! 

El vacío se apodera de mí, mis lágrimas rotas inundan los zapatos que un día me regaló y entonces su imagen…, su imagen vuelve a mí, se refleja en el espejo y yo no puedo sino postrarme, arrodillarme, bajar mi cabeza hacia su pies, poner su goma azul en mi pelo esperando, deseando que Usted la tome y la vuelva a poner en el lugar que nunca debió abandonar: mi muñeca izquierda; pero sé que sólo es un deseo, así que vuelvo a mí, me descalzo, seco mis lágrimas, guardo su goma azul en una pequeña bolsa de cuero negro y la pongo debajo de mi almohada… 

Cómo cada noche dormirá conmigo… 


Autor candyman

domingo, 28 de agosto de 2022

Cabreo

Contigo quería hablar. Sí, contigo. Tú, que vas por la vida con la nariz levantada, mirando a todo el mundo por encima del hombro... Pero vamos, que si quieres ser un gilipollas es asunto tuyo, es tu elección, no tengo nada que decir. Pero te has saltado los límites. Lo que tú hagas con lo tuyo es asunto vuestro y de nadie más. Y lo que yo haga con lo mío es asunto nuestro y de nadie más.

¿Quién demonios te has creído que eres para juzgarme? ¿Quién te ha dado la potestad de dirimir quién es Dominante y quién no? ¿Quien cojones eres tú para decirme lo que puedo o no puedo hacer con mi propiedad?

Estoy harta de personajillos como tú, Dominantes de libro y de salón, de puertas para afuera. Esos grandes Dominantes que exigen protocolo y respeto público, que buscan más la admiración ajena que la experiencia propia.

Escúchame bien, "mayusculito". Yo tengo una propiedad. Yo soy Ama, soy Dueña de una maravillosa persona que se ha puesto en mis manos. Y como Dómina, Dueña y Señora de esa persona, puedo hacer lo que me plazca sin tener que dar explicaciones a nadie y mucho menos a un pelele de medio pelo como tú.

Si quiero azotarle, le azoto. Si quiero tenerle simplemente a mis pies mientras hago lo que sea, lo tengo. Si quiero imponerle castidad, se la impongo. Si le quiero vestido, lo está. Si le quiero desnudo, lo está. Y si le quiero sentado a la mesa conmigo en lugar de a cuatro patas en el suelo, lo está también. Y si le quiero follándome, lo está también. Cualquier cosa que no traspase los límites acordados. Cualquier cosa, ¿te enteras? que yo quiera, no que quieran o esperen los demás.

A ver si te enteras, imbécil, que dominar no es seguir un listado de normas y prácticas. Que dominar y tener a alguien, es hacer lo que se desee con esa persona, lo que se desee. Desde el momento en que empiezas a pensar en el qué dirán o qué pensarán los demás, dejas de someter y de poseer y te conviertes en esclavo de los demás y de sus opiniones.

Te has recreado públicamente intentando ridiculizar mi relación con mi perro. Y no te das cuenta, eres tan cortito que no te enteras de que lo único que has conseguido es ponerte en evidencia.

Así que sigue con tus cosas, mayusculito, sigue mostrando lo "Dominante" que eres, tratando como inferiores a los sumisos y sumisas, exigiendo tratamientos y fijándote solamente en las formas y no en el fondo. Yo seguiré disfrutando de mi relación, haciendo lo que me salga de la peineta en cada momento, que para eso soy yo, YO, la que decido. No los demás ni sus opiniones. Yo.

Sigue, "dominante de salón", sigue luciéndote en público y arrastrándote en privado. Yo, mientras, estaré haciendo lo que me salga del mismísimo, que para eso soy quien soy y soy lo que soy.

Espero habértelo dejado claro. Si no es así, no tendré ningún problema en repetírtelo, quizás con algún ejemplo concreto.

sábado, 27 de agosto de 2022

Recuerdo...

Lo recuerdo con una sonrisa, a pesar de los años que han pasado y de todo lo que sucedió después. Era noviembre. Me ordenó registrar mi nick con su collar. Se supone que debería sentirme emocionada, feliz, jubilosa, pero lo único que sentí fue pánico.

Me conocía bien. Bueno, al menos esa parte de mí. Y me dijo que hablara. Yo ya sabía que lo que dijera iba a tenerse en cuenta, pero que no me aseguraba que su decisión final fuera la que yo deseaba. De hecho, a veces, mis razones conseguían el efecto contrario al esperado.

Así que, como siempre, fui sincera y directa. Le pedí que por favor esperara a después del primer encuentro real, que pasaría en unos días, antes de hacerlo. Que no sabía si sería lo suficiente, si daría lo suficiente, si le haría disfrutar lo suficiente, si aguantaría lo suficiente...

Él dijo que estaba seguro, que no le hacía falta saber nada más. Que registrara el nick en ese mismo instante pero que, por consideración hacia mí, no me haría usarlo hasta después de nuestro encuentro. Y así lo hice.

Y llegó el día. El tiempo a veces parecía ralentizarse y en otras ocasiones, volaba. Me preparé para él, pensando en qué haría conmigo y sintiendo esos nervios que nos hacen sentir tan vivos en algunas ocasiones.

Cuando entró, lo primero que hizo fue poner su mano en mi barbilla, subir mi cabeza y pedirme que le mirara a los ojos. Después de mucho esfuerzo, conseguí subir mi mirada hasta su nariz. Él se reía al ver mis intentos de mirarle a la cara, mientras me ponía colorada como un tomate. Siempre le encantó hacerme ruborizar, cosa, por otro lado, nada complicada de lograr.

Unas horas más tarde, mi aspecto había cambiado por completo. Me sentía pegajosa, pringosa, dolorida y feliz. Notaba la existencia de retazos de mi piel que hasta ese día desconocía.

De rodillas, desnuda en el centro de la cama, me pidió que cerrara los ojos. Obedecí y escuché el tintineo ya para entonces familiar de la bolsa de deportes que había llevado (llena de cosas sorprendentes para mí, todo sea dicho). Y sentí el roce de sus dedos en mi cuello, mientras me ponía el collar.

Era un collar de cuero negro, casi como un cinturón, con una trabilla metálica para enganchar la correa, también de cuero negro. Cuando ya lo tenía puesto, me dijo que abriera los ojos. Le pregunté si estaba seguro y me dijo que sí, pero que ya estaba seguro desde hacía mucho tiempo.

Cuando se fue, recorrí estancia por estancia, recordando qué pasó en cada sitio. Por primera vez sentí orgullo cuando me vi reflejada en el espejo, con el cuerpo medio retorcido para ver las marcas intensas aún en mis nalgas, los restos de goterones de cera aquí y allá. El resultado de su obra sobre mí. Y mi collar negro, destacando en mi cuello, oliendo a nuevo, rígido, calentándome por dentro y por fuera. Dormí con él puesto esa noche.

Al día siguiente, me ordenó ponerme el nick con collar. Muchas personas hacen ostentación de su collar. Otras sienten el orgullo natural de llevarlo. Yo sentía orgullo pero también sentía el peso que era llevarlo. La responsabilidad, porque mis actos, mi conducta, todo lo que tuviera que ver conmigo o con lo que yo hiciera o dijera, también le implicaría a él. Y tenía que redoblar mis esfuerzos por no equivocarme.

Muchas felicitaciones, mucha alegría... el primer día. Después empezaron a aparecer "amigas" o "conocidas" que me comentaban cosas "por mi bien", que  intentaban darle un significado a cosas que tenían otro completamente distinto. Aparecieron bellas mariposas revoloteando a su alrededor, como si el hecho de haberme tomado (a mí o a cualquier otra, es una cosa que he visto con otras personas también), le convirtiera en una especie de trofeo.

El hecho de llevar collar también hizo que personas que jamás se habían fijado en mí, lo hicieran ahora. También como un juego o un desafío, supongo. Cazar a la sumisa con collar.

Era incómodo. Era irritante. Era triste. Tenía que rechazar los comentarios, sugerencias y ofrecimientos de esas personas, pero de forma educada, cuando a veces me habría gustado decir cuatro o cinco cosas bastante inconvenientes.

Le informaba a él de todo lo que sucedía. A él le hacía gracia ese repentino cambio de actitud de ciertas personas. Y seguimos en nuestro mundo particular, en nuestra burbuja que nos aislaba del resto de personas cuando estábamos juntos.

Nunca volví a llevar collar virtual, sí real. Me he ahorrado chismorreos, decepciones y malos momentos. Nunca he entendido que se quiera acabar con una relación, que se quiera ensuciar algo tan maravilloso. ¿Que él o ella no te ha elegido a ti o no se ha entregado a ti? Vale, escuece, incluso duele, pero el que esté con otra persona o no, no va a hacer que te elija a ti. Hay cosas que no se elige sentir. Y sí, hay cosas que no puedes dejar de sentir como quien da a un interruptor. Pero sí se puede decidir qué hacer al respecto.

Me han hecho mucho daño, como a tantas otras personas. Y precisamente por eso, por saber qué es lo que se siente cuando te dan donde duele, yo no lo haría. Quizás soy demasiado tonta o ilusa.

Anoche, tumbada de madrugada en mi cama, sin poder dormir, de repente y sin saber el motivo, recordé ese momento, el momento en que, con los ojos cerrados, me puso mi collar. Y sentí que tenía que contártelo, no sé porqué. Tal vez porque deseo que tú sientas o vuelvas a sentir algo parecido al poner o recibir un collar, con todo lo que conlleva, la responsabilidad y el orgullo. O quizás simplemente era una especie de purga de mi cabecita loca, a saber.

sábado, 20 de agosto de 2022

Cubiertos

Desnuda, el cuerpo extendido sobre la superficie de la cama, relajada pero al mismo tiempo anhelante,sus ojos cerrados...

Un hombre se sienta mirándola de cerca. Observa lenta y perezosamente la piel expuesta ante él. Blanca,suave, apetecible. Quizás demasiado blanca. Juguetea con un tenedor, pasándolo de una mano a otra.

"Es una delicia". El súbito pensamiento despierta una idea. Y se inclina sobre la espalda de la mujer, tenedor en mano.

Coloca las cuatro púas en la superficie, justo bajo el cuello y hace presión. Ve cómo se hunden, formando cuatro hoyuelos idénticos. Ella se estremece ante la sensación y esa piel tersa y casi perfecta se eriza suavemente. El hombre coloca su dedo índice sobre la curvatura del tenedor, para facilitar la guía y la presión y hace que se deslice hacia abajo, resiguiendo la columna vertebral. Cuatro líneas blancas paralelas que se van transformando en suaves caminos rosados al cabo de unos instantes.

Al llegar a las nalgas, se detiene. Ve el resultado de su obra y sonríe. Aumenta la presión del tenedor a medida que lo desliza hacia el cuello otra vez, en esta ocasión por el costado más cercano a él, dibujando curvas y volutas. Ella se mueve ligeramente, señal de que quizás esté presionando demasiado, así que se detiene, se echa atrás y la mira. No tan blanca ahora, no tan suave a la vista, pero increíblemente más deliciosa y apetecible.

Se levanta, mete una mano bajo el cuerpo femenino y empuja hacia arriba y hacia un lado, indicándole que debe girarse, quedar boca arriba.

Traza un círculo casi perfecto rodeando el ombligo,sube hacia el pecho derecho y al llegar a la base, levanta el tenedor  y comienza a pinchar aquí y allá, a veces con suavidad, otras veces con algo de violencia. Ella reprime un gemido, sus pezones se erizan, captando la atención masculina.

Pasa las púas del tenedor por los pezones, levemente.Ella sonríe y al verlo, él la abofetea con la mano libre, haciendo que jadee más por la sorpresa que por el golpe en sí.

Decide que ya basta, así que como broche final, con la presión justa para no hacer herida, dibuja una P en su vientre, con la intención de que sea la última marca en desaparecer.

Se pone en pie y se desabrocha el cinturón. Ella entreabre los ojos, anhelante, deseándole, como sucede siempre que le tiene cerca. Él se saca el cinturón, enroscando el extremo en un puño. Ella parpadea y siente ya el cosquilleo de lo que se avecina.

El hombre chasquea los dedos y ella se pone automáticamente a cuatro patas. Las líneas de la espalda apenas se perciben ya, pero él mantiene la vista fija en ellas mientras su cinto tiñe de rosa la piel de los glúteos. Ella, inconscientemente, balancea las caderas levemente hacia adelante y atrás. No. El placer es de él. Así que lanza un golpe certero a la entrepierna que hace que ella aúlle y se quede quieta. Bien.

Le acaricia suavemente con la punta de los dedos antes de pellizcarle. Ella gime. Él coge su cabello y tira de su cabeza hacia atrás. Sin soltarla, da un paso lateral para verla mejor. Las mejillas húmedas de lágrimas contradicen el brillo de sus ojos y su mirada hambrienta.

Satisfecho, recoge el tenedor, se vuelve a poner el cinturón y sale.

martes, 16 de agosto de 2022

Causalidades

Habían pasado ya casi tres meses desde que su mundo se volvió cabeza abajo. Un nuevo comienzo, con la ilusión y el miedo que ello conllevaba. Necesitaba una distracción para las pocas horas que le quedaban libres durante la jornada. Algo suyo, algo que no tuviera relación con el pasado ni con nadie de esa época. Y así, volvió a una de sus diversiones favoritas: el trivial online.

Buscó un lugar con poca gente y pocos días más tarde, ya se había hecho al programa con el que se jugaba y empezó a divertirse. Con el paso del tiempo, entre partida y partida, empezó a charlar y conocer a los demás usuarios, creando así una atmósfera casi familiar en ese canal.

En una de esas ocasiones, en una charla con un usuario, él le preguntó si sabía qué canal del chat tenía más usuarios. La mujer, pensando que era lo más lógico, contestó que el canal #sexo, o alguno similar. Con una risa, el usuario le indicó que no, que el canal con más usuarios era #mazmorra.

La mujer, en su ignorancia, pensó que sería un canal dedicado a algún videojuego, como Dragones y mazmorras o similar y así se lo hizo saber al usuario, quien, tras una carcajada mayúscula, le aclaró que no, que en ese canal "unos iban a pegar y otros a que les pegaran". La mujer quedó sorprendida, preguntándose cómo sería eso de pegar o ser pegado en un chat. Y ahí quedó la cosa.

Días después, en un parón en el que no había juego ni charla, la mujer se dedicó a una de sus aficiones: pedir una lista de canales y leer sus tópics.En ellos había encontrado cosas interesantes, divertidas,ingeniosas...

Al llegar a #mazmorra, se fijó en que el tópic era una dirección web en la que se anunciaba que estaban las normas del canal. "Ajá, si leo las normas me enteraré de qué es eso de pegar o dejarse pegar en un chat". Dicho y hecho, sin pensar más, clicó en la dirección, sin darse cuenta de que así lo que hacía, al estar en la lista de canales, no era entrar en la web sino en el canal en sí.

En cuanto se dio cuenta de lo ocurrido, salió del canal, con el corazón acelerado y sintiéndose ridícula. Apenas unos segundos más tarde, un nick desconocido le abría un privado. Un usuario de #mazmorra se había fijado en su nick entrando y saliendo

Ella se disculpó y explicó lo que había pasado. La reacción del hombre la sorprendió, ya que se ofendió muchísimo al leer lo de "pegar y ser pegado". Acto seguido, le empezó a hablar de una cosa llamada BDSM. Le dio varias direcciones web con información al respecto y le dijo que cualquier duda que tuviera, se la consultara sin problema.

La mujer se lo agradeció y se dispuso a leer sobre ese nuevo mundo que había descubierto de forma totalmente accidental. A medida que iba leyendo la información que le había pasado el hombre, sentía una especie de liberación, de tranquilidad. Porque a lo largo de su vida, se había sentido rara, incluso enferma por las cosas que imaginaba, deseaba y fantaseaba. Cosas que había relegado a un rincón de su mente y había cubierto con el polvo de lo considerado socialmente normal y aceptable.

También sentía que era terriblemente complicado vivir una "vida BDSM", que había que ser muy fuerte, muy segura, tener las cosas muy claras. Entregarse a alguien o aceptar tener en tus manos a otra persona era, para ella, una de las cosas más difíciles del mundo.

Le agradeció al hombre la información que le había aportado. Compartió con él sus pensamientos y él fue muy agradable con ella. Empezó a hablarle todos los días, a esperar los momentos entre partidas para hablar con ella.

La mujer temía que el hombre pensara que ella podía ser sumisa, así que le dijo claramente que no era así. Una mujer sumisa era una mujer valiente, una mujer fuerte. Lo que ella no era ni sería nunca. Él dijo que bueno, que simplemente quería hablar y ella se sintió un poco tonta por haber pensado algo tan absurdo.

Una tarde, repentinamente, en medio de una conversación totalmente insulsa, el hombre le dijo "Tráeme las zapatillas". Ella frunció el ceño al leer esa frase, con una media sonrisa en los labios. ¿Que le lleve las zapatillas?. Así que le dijo que no, que no se las llevaba.Él no dijo nada, sólo siguió con la conversación, como si nada. Pero ella quedó inquieta. No hacía más que darle vueltas a su petición y su negativa. No le habría costado tanto teclear una frase o dos, diciendo que se las llevaba. Pero por otra parte, !qué tontería¡ ¿no?

La actitud de él no cambió en los días siguientes. Esperaba pacientemente a que acabara una partida para charlar unos minutos antes de empezar la siguiente. Ella se pasaba todo el rato pensando en zapatillas y sintiéndose ridícula por hacerlo. En el fondo, deseaba que él se lo volviera a pedir, para así librarse de ese desasosiego que tenía encima.

No lo hizo. Siguió hablándole de poesía, de fotografía, de viajes, paisajes... Y lo que pasó después, bueno, eso es tema de otra historia.

lunes, 15 de agosto de 2022

Gracias

Porque te cansaste de esperar
porque te cansaste de decepciones
porque sólo encontraste engaños
porque se agotó la esperanza
porque decidiste tirar la toalla y centrarte en otros aspectos de tu vida
porque cerraste esa parte de ti, tratando de olvidarla y de llenar tu tiempo con otras cosas
porque creíste que ya había pasado tu tiempo
porque sabías que no podías aportar
porque te desgastabas poco a poco
porque tuviste lo perfecto y sabes que no volverá
porque ya ha pasado tu momento
o por cualquier otro motivo

Por eso te alejaste de tí mism@, dejaste ese hueco vacío para siempre, te rendiste. Guardaste en el fondo de un armario o de un trastero tus juguetes, enterrando con ellos los recuerdos. O simplemente los tiraste sin más, como si con ello se enterraran o tiraran tus sentimientos.

Y es por eso que gracias. Gracias porque la vida es tan sumamente retorcida que le encanta golpearnos en los momentos más inesperados. Gracias porque todas esas vivencias negativas, malas, ayudan a valorar más las cosas que no lo son tanto. Gracias por el dolor, la desazón, la inquietud, la pena, el desvelo, la tristeza, la rendición, el desgaste... gracias porque ellos nos dan perspectiva y hacen que valoremos un instante, un día, una semana, el tiempo que sea en el que nos volvemos a sentir vivos, completos, intactos, como éramos antes.

Gracias a las Dóminas y Dominantes, a las sumisas y sumisos, a los switch, a todas aquellas personas que, a pesar de todos los "porques", siguen adelante.

Castigo

Un cuarto oscuro, sólo iluminado parcialmente por la temblorosa llama de una vela. Ante ella, arrodillada y sobre sus talones, una mujer observa el baile del fuego. Su silueta apenas se vislumbra. Los rasgos de su cara, serenos, oscilan con el movimiento de la vela encendida.

Desde el dintel de la puerta abierta, de cuando en cuando, un hombre observa la escena. La constancia en la quietud, la calma, la paciencia de la mujer ante la llama le llenan de satisfacción y tranquilidad.

Ella siente su presencia, como un tirón dentro de su cuerpo hacia el lugar en el que se encuentra. Pero está centrada en ver la llama, en apenas parpadear, en permanecer inmóvil.

Es su castigo. Soberbia, orgullo, engreimiento, egoísmo. Todo ello solapado con una falsa modestia y humildad.

Con el tiempo aparecieron las molestias, que se convirtieron en dolor. Las lágrimas brillaban en su cara, lanzando destellos plateados con el baile de la pequeña luz frente a ella. Una pequeña luz, sí. Una llama frágil pero que ahuyentaba la oscuridad a su alrededor. Que incluso daba calor y compañía. Y empezó a sentirse humilde ante ese cabo de vela que se iba agotando con el tiempo, cuyas lágrimas de cera parecían espejo de las que corrían por sus mejillas.

viernes, 5 de agosto de 2022

materiales naturales

A ella no le gustaban los tumultos. Siempre andaba añorando lugares de regocijo y esparcimiento poco frecuentados. Lugares donde poder ser ella, mostrarse sin estridencias ni postureos. No era una sumisa exhibicionista, lo más y no era poco, profunda, realmente bella y sobre todo obediente y complaciente. TAmpoco se tenía por una sumisa que disfrutase en exceso del dolor. En su boca decia: yo no soy nada masoquista, pero si es el deseo de mi Señor..
No había día que no se esforzase por serlo aun más. 
Como decía: a mi lo que me preocupa es irme a descansar sin haber dado todo de mi.

Como cada día, su Señor colocó la ropa que ella debía ponerse encima de la cama. Y al lado una nota con varias indicaciones
Corset de encaje, medias, zapatos de tacón, y en la nota: - encuentra un flogger o látigo que haga vibrar. Quiero verte llorar. Quiero ver cómo la gente se revuelve al ver tus lágrimas. Y a continuación una nota con una frase: Serás capaz?
Por todos era sabido que su Señor era alto, ferreo, estricto, sádico y también considerado. Parco en risas. Raramente se le veía sonreir.
Y como cada noche, aparecían en la sala que apenas era transitada por una decena de personas, quizás menos.
Mejor, bien sé que a mi sumisa no le gustan los tumultos, y sabien que tampoco es exhibicionista, podré hacer lo propio con ella.
Como cada noche, él tomaba la palabra, saludaba a los presentes y poco después colocaba el cojín de su sumisa y la miraba. No era necesario decirle nada más. Presto, ella ya sabía cual era su sitio. Aquella noche, su Señor empezo a hablar de cuero, látigos, sangre, cadenas, cómo hacía crecer a su sumisa en el dolor, cómo la hacia llorar, el precio y el coste de las lágrimas, y cuánto disfrutaba con esto.

En la sala siempre habia alguien contando alguna anécdota más o menos divertida. Aquella noche no iba a ser la excepción.
Un usuario empezó a hablar de flogers naturales. 
- Floggers naturales?? Qué es eso?? No te estarás refiriendo a varas de bambú o de rattan??
- No Señor, tampoco osaria a partir o maltratar una planta. Tienen vida y yo me opongo a quitar la vida a un ser vivo, ya sea animal o vegetal. Estaba duvitatibo... Se le habría escapado algún látigo para azotar? Después de todo es sádico y disfruta infringiendo dolor y mirando como su sumisa vierte lágrimas. 
- Maldita pirada...penso él.  

Su sumisa seguia en su cojín, leyendo mucho, pensando aún mas, y hablando lo mínimo.

Esta noche mi sumisa pasará al siguiente nivel de dolor. Se lo he pedido y me lo ha prometido. Sé que no me defraudará. Mi propósito es exhibirla ante todos Ustedes y vean cómo llora por y para mi. Pensaba para sus adentros sin decir nada. 

 Quien conociera a su Señor, sabía que hablaba en serio. No daba puntada sin hilo. Ya lo había hecho otras veces.
- Crees que podrás??? -Se lo pregunto de viva voz. Si Señor.
 - Ya sabes que no me gustan las sumisas desobedientes y menos aun las que no sean creativas. 
-Si, Sr. Lo sé. Y haré lo que me ha pedido

El no dudaba de ella, Sin embargo se mostraba contrariado de su seguridad. Poco después llamaron a la puerta.
- Maldito correo expres, ya no respetan las horas de reposo, dijo él, a la vez que se levantaba y se dirigia a la puerta a abrir.
Vio a un chico joven con una caja, firmó el resguardo, le dio las buenas noches. Cerro la puerta y volvio al salón donde se hayaba su sumisa que aún permanecia en el cojin. No era necesario atarla ni decirle varias veces la postura en la cual debía permanecer.  Con las palmas de las manos hacia arriba y la mirada clavada en el suelo. 

- Buena chica.. Asique esto... Lo habrás pedido casi cuando te estabas vistiendo...
- Si Sr 
Ven. Voy a exhibirte. Quiero que la gente vea como lloras y sufres por mi...
Mando encender las cámaras de los allí presentes, y al poco empezo a abrir la caja.
Sin mediar palabra empezo a hacer gestos peculiares, hacía muescas y levantaba las cejas...
- Un floggler de peluche??? pero esto que coño es?? Seguia desenvolviendo y leyendo etiquetas: flogger gusano con ojos...
Estaba atónito
Floggler plug suave y cosquilloso...
POr momentos ella ya titubeaba, empezaba a hacerse patente la risa y se mezclaban con lágrimas..
- Cállate!!!! Maldita perra!!!
- El resto de los presentes miraban atónitos la caja recibida cuya mercancia parecía no tener fin..
y fue así como la sumisa complaciente hizo que los presentes y también ella sufrieran  el mayor de los dolores, lágrimas y vergüenza, que fue la mirada de desaprobación, tristeza y decepción de su Amo, dándole lo que le prometió pero no de la forma que él esperaba. 

jueves, 4 de agosto de 2022

miel amarga


Hastiado, veo el collar que no hace tanto rodeaba su cuello. El símbolo de lo que éramos el uno para el otro, lo que ella había catalogado como su joya más preciada, la ùnica prenda que necesitaba llevar puesta para sentirse ella misma.

No era un cuento de hadas, ni un guión de una película de fin de semana. Era una relación, nuestra relación, que fuimos creando paso a paso, creciendo juntos, de la mano. Ella era mía y así la sentía.

Creamos juntos espacios donde reunirnos con personas afines, lugares donde encontrarnos, charlar, compartir... Era mi orgullo verla moverse entre nuestros invitados, repartiendo sonrisas, comentarios agradables, bromas.

Era consciente de su fuerte carácter, es más, me gustaba ese rasgo suyo, me complacía aún más sentir cómo se refrenaba ante mí, cómo se doblegaba a mis deseos, a mi presencia.

Todo maravilloso, sí. Con sus vaivenes superados que acrecentaban nuestra relación. Hasta que se rompió. A veces es necesario cortar relaciones como se corta la carne en un quirófano, para poder sanar y seguir adelante. Es doloroso, aun cuando es necesario y no queda otra salida.

No fue fácil, ni limpio. Por experiencias anteriores, sabía que era cuestión de tiempo dejar esa amargura atrás y guardar sólo los buenos recuerdos. Y me dispuse a seguir adelante, una nueva etapa, con ese vacío que ella llenó durante tanto tiempo.

Pero al igual que algunas heridas escuecen, pican y sanan, hay otras que  crean una costra bajo cuya superficie supura la infección. Yo no supe nada hasta que me acerqué a casa de unos de nuestros amigos. No caí en el infantilismo de crear bandos. La relación era nuestra, sólo nosotros nos separamos. Por ello mi sorpresa y disgusto fue especialmente intenso al verme  rechazado una y otra vez por las personas que antes acudían alegres a mi casa, a ese espacio que creé para las reuniones. No entendía nada.

Ese carácter tan suyo había aflorado. Ese conocimiento de todos nuestros conocidos y amigos era ahora utilizado en mi contra. Rumores, comentarios intencionadamente inocentes. Sutilezas. Nada contra lo que poder luchar, nada que poder afrontar. Se creó a mi alrededor una especie de neblina de sospecha  que mantenía a la mayoría alejada de mí y cerca de ella.

La conozco. Sé que se siente triunfante. Que ha urdido con paciencia e inteligencia esta red de palabras no dichas y acusaciones no formuladas. Sé también que su orgullo le escuece cuando se entera de que alguien me acompaña, de que esos salones antes repletos de gente, ahora están más vacíos de personas pero más llenos de risas y charlas.

Y veo el collar y me siento hastiado por todo esto. Ese collar que ceñía su cuello, que era acariciado por los rizos de su cabello, representa ahora el engaño, la mentira, la manipulación.

Y me digo una y otra vez que es mentira, que no importa. Y la mayoría de los días y las noches, funciona. Me arropo en las palabras de quienes me acompañan.

Y lo que más me duele son los recuerdos, recuerdos de miel que ahora amarga.



flogger pony

Una estancia en penumbra, apenas amueblada con un sofá, una alfombra y una tupida cortina que cubre los vidrios de la ventana y les aisla aún más del exterior.

Él está sentado en el sofá, serio y pensativo, taladrando con la mirada a la mujer que está en pie ante él.

Su mente se llena de imágenes, fantasías y posibilidades. De momento, disfruta del tenue temblor apenas percibido en el cuerpo femenino.

Ella tiene la barbilla casi tocando su pecho, la mirada baja. Nota el nerviosismo en cada poro de su piel y se sorprende cuando piensa que, apenas diez minutos antes, estaban charlando y riendo, relajados en el salón. Entonces no tenía ningún problema con su mirada ni notaba el irritante rubor cubrir sus mejillas. El silencio y el escrutinio al que está siendo sometida hacen que su cuerpo vibre cada vez más, la convierte en puro nervio.

Apenas un susurro, pero parece resonar en las cuatro paredes que les rodean: "Desnúdate". Ella siente un escalofrío a lo largo de su columna vertebral y el temblor se concentra en sus manos, haciendo que sus dedos casi tableteen en el aire. Esos dedos, que, trémulos, se elevan hacia la parte superior de su vestido, para bajar la cremallera. La tela acaricia su cuerpo de camino al suelo, donde queda como un círculo de color sobre la alfombra. El cierre del sujetador se resiste unos segundos, pero pronto la prenda se posa sobre el vestido arrugado. Las bragas, a cuya elección dedicó tanto tiempo unas horas antes, se pierden entre sus pies cuando las baja hasta los tobillos. "Quieta". Ella, a punto de erguirse, mantiene la postura, doblada hacia adelante, las puntas de los dedos rozando aún el encaje de la prenda
interior.

Él se levanta y camina alrededor de ella. Ella siente los dedos masculinos rozar apenas la piel de sus nalgas expuestas. El roce de la ropa sobre el cuero le indica que él se ha vuelto a sentar. "A cuatro patas, sin moverte del sitio".

Es fácil, sus rodillas ceden con total facilidad. Las acomoda sobre la suavidad de la alfombra e, inclinándose, coloca las palmas de las manos también sobre su superficie. Le tensa más el hecho de no poder verle, así que cierra los ojos intentando así agudizar más el oído. "Cabeza al suelo". Inclina los hombros hacia abajo, coloca sus manos una sobre otra y, coronándolas, apoya la frente sobre ellas. Se siente y está, más expuesta. Los segundos parecen alargarse eternamente, mientras sigue esperando.

Le oye levantarse y escucha el sonido de una cremallera al abrirse. Recuerda, en un rincón, una bolsa oscura, colocada con cuidado y sabe que es el momento de descubrir lo que guarda en su interior.

Mientras piensa en eso, repentinamente, sin más, siente el fuerte impacto de su mano en la nalga izquierda. La sorpresa, por inesperado, hace que se tambalee ligeramente. Su piel, tras unas décimas de segundo, empieza a calentarse en el lugar del azote. Ella inspira profundamente, esperando más. Pero el segundo azote no llega. Ella frunce ligeramente el ceño, gesto fruto más de frustración por no saber que de otra cosa.

Él se inclina ligeramente sobre ella, dejando que dos de sus dedos se deslicen entre sus piernas, sin llegar a penetrarla, pero lo bastante como para sentir cómo comienza a humedecerse. Y es sólo el principio, piensa complacido. Esa piel tan blanca que casi reluce en la penumbra de la habitación, quedará totalmente teñida de tonos rosados, rojos e incluso algún toque púrpura. Toda para él, a su disposición. Pero él es paciente y sabe disfrutar y paladear cada fase de la sesión. Y ahora se alimenta de la sensación de vulnerabilidad que emana de ella. Desvía la mirada ahora hacia el contenido de la bolsa de deporte que con tanto cuidado dejó preparada unas horas antes. Duda con qué empezar...

Finalmente decide optar por lo clásico. Según reaccione a ello, podrá ir subiendo la intensidad y cambiando de artículo.

Con el flogger en la mano se acerca hacia ella, quiere que vea el instrumento de placer y tortura que va a utilizar, quiere que se imagine lo que va a sentir antes de comprobar cómo será la realidad.

Sonríe, satisfecho al verla ahí, así, dispuesta y con ganas. Y siente algo parecido a la ternura al notar su cuerpo estremecerse cuando se detiene ante su cabeza postrada en el suelo.
"Mírame". Ella levanta la cabeza como a cámara lenta, como si le pesara varias decenas de kilos más.

Le cuesta, lo noto y me gusta. Me gusta mucho eso.

Ella no sabe si será capaz de mirarle. Se siente tonta, porque no hace tanto que le miraba a los ojos mientras charlaban y bromeaban, pero ahora.... Ve que tiene las manos ocultas tras la espalda y se pregunta qué sostendrá con ellas... tal vez nada. Los últimos centímetros,hasta mirar su cara, le resultan casi imposibles de superar, pero lo consigue, con gran esfuerzo. Es irritante sentirse así. Irritante,emocionante y excitante. Se muerde los labios y sus ojos danzan sobre toda la cara masculina,incapaces de permanecer más de un segundo sobre su penetrante mirada.

"Mira lo que tengo para ti" dice él mientras mueve las manos para mostrar lo que tenía a sus espaldas.

Ella baja la mirada, con curiosidad por saber qué es, con alivio por poder evitar su mirada directa y con curiosa ansiedad por saber qué es lo que le espera. Cuando ve el flogger, su boca se desencaja, sus ojos se abren desmesuradamente y un sudor frío cubre todo su cuerpo. Toda la tensión, ansiedad, excitación, curiosidad y sumisión se borran de un plumazo al ver el artefacto que él porta entre sus manos.

"¿Pero qué coñ...?" masculla mientras se levanta, recogiendo con furia y rapidez las prendas de ropa y saliendo con ellas en la mano, sin siquiera ponérselas.

Él se queda mirando, anonadado, la puerta entreabierta por la que ella acaba de salir. Unos segundos más tarde, escucha un portazo, el de la puerta de la entrada principal y le parece escuchar un sonido apagado extraño, como una carcajada.

Se sienta en el sofá, derrotado, las manos colgando entre las piernas separadas, sintiéndose estafado una vez más. Y ya van muchas. Muchas veces en las que ha puesto la ilusión y la esperanza sobre la mesa, en que ha creído encontrar la persona adecuada para hacer realidad sus sueños, sus fantasías, alguien con quien compartir el placer de los gustos comunes. Y, una vez más, se ha quedado solo. Y siempre en el mismo punto. Siempre al ver el flogger. "Hablan mucho, prometen mucho, pero a la hora de la verdad, cuando se enfrentan a él, salen corriendo", piensa mientras sus dedos juguetean inconscientemente, con los ponys de colores que adornan cada tira del flogger. "La próxima vez, sacaré el del unicornio de purpurina primero, a ver si ese asusta menos"

martes, 26 de julio de 2022

Atada

Atada


Sentado en una silla, en una esquina de la habitación, relajado, con el flogger en la mano, la miro.

Ella está desnuda, expuesta, cegada por un antifaz y con sus brazos y piernas abiertos y extendidos, atados a los barrotes de la cama. Hace un rato que estamos así, yo observándola y ella esperando. Disfruto al ver el movimiento de sus pechos con cada inspiración. La conozco tanto, que puedo leer su cuerpo como quien lee las páginas de un libro conocido y familiar.

No es un cuerpo hermoso, ni de modelo. Es un cuerpo valioso. Porque me pertenece. Porque está a mi disposición. Porque es mío.

Me levanto tratando de no hacer ruído, pero ella está tan alerta que su cabeza se gira hacia mí, con un movimiento brusco y mecánico. Su respiración se acelera, entreabre los labios.

Su respuesta me excita. Camino lentamente hacia la cama. Balanceo el flogger. Deslizo las tiras de cuero por su cuerpo, acariciándolo, desde el pubis hasta los pechos, cuyos pezones ya están endurecidos. Jadea. Sonrío.

Podría hacer lo que quisiera con ella, está indefensa ante mí. Siento ese poder, esa energía, esa perversión en cada poro de mi piel.

Y es lo que me lleva a golpear con suavidad pero firmeza su cuerpo, siguiendo el mismo camino que la caricia anterior, desde el pubis a los pechos, tintando su piel de un suave rosado cálido.

No acalla sus gemidos, sabe que me complace escucharlos. Veo una lágrima caer desde el borde del antifaz hacia la almohada. Me inclino y la recojo con mi lengua.

La miro, acaricio su mejilla con la punta de mis dedos. Dejo el flogger sobre su pubis, tapándolo. Y vuelvo a la silla, a disfrutar de ella mientras pienso qué hacer a continuación....


Camiseta


Te has ido ya hace unas horas. Deambulo por la casa, recogiendo una cosa aquí, otra allá... Me siento perezosa y decido regalarme unos minutos más de placer, recordando tu visita, mientras detecto las huellas de tu paso por mi casa.

Más recuerdos que almacenar en el baúl de mi memoria que lleva tu nombre. Veo algo en el sofá, me acerco y lo cojo, comprobando que es una de tus camisetas. Mi sonrisa se amplía cuando recuerdo el momento en que te la quitaste y lo que ocurrió después. Está arrugada. La llevo a la cara y, cerrando los ojos, aspiro tu olor. Te respiro. Ese incentivo refresca aún más los recuerdos, las sensaciones.

Voy hacia el dormitorio, aún respirándote. Me quito la poca ropa que llevo y me pongo tu camiseta. Casi un minivestido para mí, es lo que tiene ser bajita. Ahora me abrazas. Sigo con los ojos cerrados, me tumbo en la cama, que aún huele a ti, pero de una forma mucho más sutil. Tapándome por completo, me dejo estar. Me siento un poco traviesa al pensar que ni de lejos imaginas lo que estoy haciendo y cómo me siento ahora mismo. Pero sé que el olor se disipará muy rápido, que los recuerdos irán templándose e incluso enfriándose y quiero paladear todo, mientras aún está vivo en mí.

Dormiré así esta noche, con una parte de ti en mi piel, sintiéndome menos lejos de ti. Mañana será otro día, empezará una nueva cuenta atrás para el próximo encuentro, será el día de recoger todo, de volver a la rutina. Pero eso será mañana, hoy aún te tengo conmigo.


Castidad

Castidad

Tres días. Tres largos, enormes, eternos días de tortura. Sintiéndola cerca, oliéndola, a veces incluso rozándola, escuchando el tintineo de su risa al ver en qué estado me pone con tanta facilidad.

A veces pienso que es cruel y creo odiarla. A veces pienso que es cruel y la adoro por ello. Me mira como se estudia un especimen bajo la lente de un microscopio, atenta a mis gestos, a veces pinchándome buscando una reacción.

Me pone a prueba cada minuto que está cerca. Y su recuerdo me aguijonea el resto del tiempo. Y yo debo seguir aguantando. Al principio por orgullo, después por cabezonería, siempre por su expreso deseo.

Me duele. Empiezo a tener que luchar contra mi mente además de contra mi cuerpo. Mi mente dice que no pasa nada, que me rinda, que me deje llevar, que es una tontería, que no tiene sentido, que...

Pero ella lo ha pedido y ella lo tendrá. Porque así es como debe ser. Porque así es como lo quiere. Y lo que ella quiere, es lo que quiero yo. No, no lo quiero, ¿cómo puede alguien querer esto? Pero aquí estoy, aguantando, el deseo, el dolor físico y mental. Sus juegos. Sus torturas. Sus caricias llevándome al límite y su voz prohibiéndome el desahogo del placer. Una y otra vez. Sus llamadas, las palabras deslizándose hasta mi cerebro, encendiéndome. Y mi mano que se dirige a mi entrepierna, mientras pienso en lo fácil, rápido y glorioso que sería hacerlo. Pero no, quieto, ella no lo quiere, no lo permite.

Se ríe, se muestra juguetona, divertida, sabe que sufro, sabe lo que estoy pasando, lo disfruta. Suyo es. Suyo soy. Y lo quiere todo. Mi cuerpo y mi mente. Quiere que me cueste más. Y se lo estoy dando. Siento que me muero de ganas, de dolor, de ansia, pero se lo estoy dando.

Suena el teléfono. Gimo. Ella. Volverá a excitarme aún más. No sé si lo podré soportar. Tres días de excitación casi constante, sin dejarme llegar al final. Me preparo para aguantar. Aprieto la tecla de contestar y escucho atento. Puedo oír su sonrisa mientras me susurra "ya".


Dolor

Dolor

¿Te duele?¿Aún no? Entonces aprieto un poco más. No miro mis manos, miro tu cara, tus ojos, la expresión de tu rostro y sobre todo, tus labios. Y en todo ello veo lo mismo: terquedad. Eres capaz de seguir negándolo sólo por orgullo, por no dar tu brazo a torcer, por querer demostrar algún tipo de superioridad sobre mí. Pero ambos sabemos que llevas las de perder. Un juego de voluntades.

Aprieto más. Sé que te duele. Te miro, enarcando las cejas. Te obstinas en que no, que quieres más, que no te duele, que no es nada. Sonrío. Ahora aprieto y retuerzo al mismo tiempo. No puedes evitar un gesto de dolor con la boca. Esa debilidad te hace empecinarte aún más, a pesar de que tus ojos están húmedos.

No, no voy a dejar que me manejes. Yo soy quien maneja la situación, no tú. Y puedo seguir este juego hasta que te rindas. Lo sabes, lo sé. No es la primera vez. No será la última. No duele. De acuerdo.

Me canso ya y decido acabar de una vez. Y te das cuenta, porque en todo este tiempo juntos hemos aprendido a leernos mutuamente. Sabes que voy a echar el resto, a acercarme al límite, a doblegarte.

Aprieto con todas mis fuerzas y retuerzo justo hasta ese punto entre dolor y daño. Aúllas. No puedes evitarlo. Veo una mezcla de sentimientos en ti: enfado por no haber aguantado, placer por haberme servido, obstinación en que, algún día, seré yo quien me rinda.

Acaricio tu carne magullada, con cariño. Te beso la frente y me retiro, sin más, sin una palabra.


Domado


Estoy cansada, tengo que confesarlo. Siento ligeras contracciones en los músculos del brazo derecho. Y me siento colmada. Su piel, tan lechosa hace unas horas, está tintada de un suave rosado, con marcas más intensas en algunas zonas. Sé, por experiencia, que algunas de ellas se tornarán amarillentas con el paso del tiempo y lucirán en su cuerpo durante unos días.

A pesar de la intensidad de la sesión, su mirada suplicante permanece inalterable. Siempre esperando que pida algo, siempre rogando con los ojos servirme, de la forma que sea, lo que yo quiera. A veces tener ese poder me asusta. Por eso jamás traspaso el límite que me he marcado.

Jamás me pedirá nada que no sea el placer de obedecerme. Yo decido todo. Y mientras paladeo ese pensamiento, disfrutando la sensación, él lanza una tímida mirada de reojo, desde abajo. A veces siento puntos de ternura, como si fuera un cachorrillo ansioso deseando agradar a toda costa. Y hoy lo ha conseguido. Con creces.

No espera más premio que notar mi satisfacción, quizás una sonrisa, una mirada o un gesto. Sabiendo eso, voy a hacerle un regalo envenenado.

Me acerco a la cama, retiro las sábanas arrugadas y húmedas, me bajo las bragas y le ofrezco mi sexo. "Ven y toma tu premio. A ver qué tal sabes utilizar la lengua".

Reprimo mis carcajadas al ver su cara desencajada, con una mueca de incredulidad pintada en ella. Supongo que duda y cree haber entendido mal, así que le hago un gesto para que se acerque.

Se aproxima, cautelosamente, con la mirada baja y medio tembloroso. Agarro un puñado de su pelo, le levanto la cabeza de un tirón y mirándole a los ojos le digo: "Hazlo, hazlo ya y hazlo bien". Y le suelto.

Ahora que tu cabeza está entre mis piernas y siento su lengua titubear entre los labios de mi sexo, me puedo permitir el sonreír de oreja a oreja. Sé que pondrá todo su empeño en hacerlo lo mejor posible. Sé que buscará mi placer antes que el suyo. Y también sé que no lo logrará. Nadie hasta ahora ha podido conseguirlo, y me da que él no será la excepción.

Y sí, siento un ligero cosquilleo cuando su lengua recorre mi sexo, llegando al clítoris y jugando con él, atrapándolo entre sus labios y soltándolo, golpeando suave con la lengua, succionando con suavidad. Bien, muy bien, pero definitivamente no lo va a conseguir.

Siento su aliento justo antes de que introduzca su lengua dentro de mí. Notará el sabor y la humedad y pensará que lo está haciendo bien, que está excitándome, dándome el placer que desea. Pero no. Esa humedad, ese deseo líquido es el provocado por su entrega, por lo que me dio antes, por lo que intenta darme ahora.

Su lengua inquieta, sus labios e incluso sus dientes recorren cada pliegue, cada rincón. Los minutos pasan y no cesa en su empeño. Casi escucho sus pensamientos, intentando encontrar algo diferente, intentando algo, lo que sea.

Me incorporo y él se aparta, con los labios y la barbilla húmedos. Acerco mi cara a la suya y veo que sus ojos también están húmedos. Cree que ha fallado. No voy a sacarle de su error, porque me ha complacido y mucho, aunque no como él esperaba. Acerco mis labios a los suyos y se los beso con suavidad, notando el olor, mi olor en su piel. Acaricio su mejilla y le sonrío, feliz.

Me encanta confundirle así. Mi reacción, para él, indica que no me ha dado placer, pero mi sonrisa le dice justo lo contrario.

Me levanto, recupero mis bragas, me acerco a él, arrodillado en el mismo sitio en que quedó. Paso una mano por su pelo y le digo "Buen chico".


Mamada

Mamada


Claro, te imaginas que me voy a poner de rodillas ante ti, bajarte la cremallera y chupártela, como si se tratara de una película porno más. Pues no, chaval, va a ser que no. Lo voy a hacer a mi manera y te aseguro que te va a gustar.

Lo único que tienes que hacer es sentarte, desnudo, en el borde de la cama, ahí, sobre ese cojín. Puedes echarte de espaldas, si estás más cómodo. El resto es cosa mía.

Tranquilo, yo me ocupo. Tú déjate. No te arrepentirás.

Así que cojo otro cojín, lo pongo en el suelo, entre tus piernas abiertas y me dispongo a pasar un muy buen rato, porque, ¿sabes? yo lo voy a disfrutar también. Mucho.

Acerco mi boca a tu entrepierna. Entreabro la boca y saco la lengua, húmeda. Empiezo a aletear con ella siguiendo tu ingle, la que está a mi derecha. Muevo la lengua rápidamente, resiguiéndola, buscando ese punto exacto donde hay placer y que posiblemente desconozcas. Tanteo con la lengua, metiéndola en la boca de vez en cuando para humedecerla más. Y lo encuentro. Duro bajo mi lengua, siento cómo tu cuerpo se estremece cuando lo toco. Así que me paro ahí, aumento la presión de los aleteos y endurezco la lengua. Me recreo en esa zona, alternando lametazos con "mordiscos de labio".

Hociqueo hasta tus huevos. Paso mi lengua por ellos, un lengüetazo lento y pesado. Y después coloco mi lengua bajo ellos, como sopesándolos. Mmmm, están llenos. Me gusta. Atrapo uno entre mis labios y, así, sostenido, lo lamo. Hago una suave succión, aprieto mis labios alrededor, sin dolor, sólo presión suave. Y lo suelto, para dejar otro perezoso lametón sobre ellos. Me pregunto si me cabrán ambos en la boca, así que la abro, acerco mi cara todo lo que puedo y... mmmm, me gusta tenerlos así. Sentirlos así. Me quedo quieta, disfrutando la sensación, durante unos segundos. Y después empiezo a chupar con delicadeza, con mimo.

Aparto ligeramente mi cara. Vuelvo a sacar la lengua y la deslizo por tu polla, desde la base hasta la punta. Me encanta notar la suavidad del glande, la humedad que lo cubre, recorrerlo con la lengua y los labios, besarlo.

Vuelvo a pasar mi lengua, otra vez desde la base hasta la punta y otra vez me recreo al llegar.

Ahora, en lugar de lamer, lo que hago es girar mi cabeza y atrapar tu polla entre mis labios, voy moviéndome hacia arriba, apretando y soltando mis labios todo a lo largo de tu polla, sintiendo su dureza, calor y olor. Te la masajeo con ellos.

¿Estás preparado? Entreabro los labios y los acerco al glande. Y me dedico a frotarlos contra tu frenillo, ese pellizco de piel tan sensible. Saco la lengua y empiezo a frotar con ella. Sí, tal como me gusta que me lo hagan a mí, aumentando poco a poco la presión con cada aleteo de la lengua, recorriendo esa diminuta zona tan deliciosa y llena de placer. Podría hacer que te corrieras así, ¿sabes?

Ahora sí. Abro la boca y me meto la punta de tu polla en ella. La atrapo entre mis labios. Sólo la punta, nada más. Y me dedico a recorrerla con mi lengua, dentro de mi boca. A explorar cada milímetro de ella, a empujarla hacia mi paladar, a ahuecar mis mejillas para chupar, para mamarla, mientras mis labios aprietan y sueltan, aprietan y sueltan al compás de mis mamadas.

La saco. Brillante y deliciosa. Meto mi dedo índice en la boca y lo chupo, después lo apoyo en la entrada de tu culo. Vuelvo a abrir la boca y deslizo la mitad de tu polla dentro al mismo tiempo que empiezo a presionar con mi dedo tu ano, de forma lenta pero constante.

Dejo quieta tu polla dentro de mi boca hasta el momento en que mi dedo entra en tu culo. Y entonces empiezo a mover, cabeza y dedo al compás. Mi dedo entra y sale cada vez con más facilidad, mi boca aprieta el contorno de tu polla para que sientas el roce de mis labios cuando la deslizo dentro y fuera de mi boca.

De cuando en cuando me paro. En esos instantes, mi dedo queda dentro de tu culo, moviéndose allí, en círculos. Y es cuando me dedico a masajear tu polla, empujándola con la lengua sobre mi paladar, chupando sin moverla de dentro, mamando, literalmente.

Noto que te tensas. Ya estás a punto. Así que empiezo a acelerar mis movimientos, a aumentar los roces con la lengua y los labios, a apretar mi dedo dentro de ti. Rápidamente, sin pausa, sintiendo que se acerca el momento y...


Masaje


Levanto la vista de la página que estoy leyendo y me quedo mirándote. Hoy no veo esa burbuja de la que pareces rodearte para aislarte de todo y de todos mientras te concentras en el estudio. De hecho los gestos que haces, los movimientos de tu cuerpo delatan una extraña falta de concentración.

Sé que estas dos últimas noches no han sido tan descansadas como suelen serlo. Y sé que el tiempo apremia, que has de aprovechar cada minuto, rendir al máximo.

Me levanto y noto el movimiento de tu cabeza al girarse hacia mí, otra cosa que no harías habitualmente. Y es lo que me decide. Salgo de la habitación y me dirijo al baño. Allí, cojo la botella de aceite corporal, ese que sólo usamos para jugar.

Vuelvo, me acerco a ti, me arrodillo a tu lado y levanto el frasco de aceite, buscando tu aprobación. Tu mirada oscila entre la botella y los supuestos, entre un paréntesis y el estudio. Echas atrás la silla, en un gesto de aceptación.

Me levanto, dejo el aceite sobre la mesa y tiendo mis manos hacia ti, para que también te pongas en pie. Lo haces, con una media sonrisa en los labios, quizás preguntándote qué estoy tramando. No es nada raro. Quizás te decepcione.

Deslizo las palmas de mis manos bajo tu ropa, a la altura de la cintura, moviéndolas hacia arriba, para dejar tu piel expuesta. Inclino la cabeza y voy besando la superficie que va quedando desnuda. Siento en mis labios el calor de tu cuerpo y el cosquilleo de tu piel. Mi boca se humedece, trago saliva pero sigo desnudándote, disfrutando de cada segundo, como si estuviera desenvolviendo un regalo. Las puntas de mis dedos recorren la parte trasera de tus hombros, de un lado a otro. Me gusta tocarte, me gusta cuando permites que explore el rincón de tu cuerpo que me apetezca.

Colocada a tu espalda, mis manos se dirigen ahora cintura abajo, liberándote de tus pantalones y tu ropa interior al mismo tiempo. Me acuclillo siguiendo el movimiento de tu ropa al caer, aprovechando para reseguir la abertura entre tus nalgas con mi lengua, un lametón suave.

Estás desnudo, de pie ante mí. Te guío suavemente hacia el sofá. Te tiendes boca arriba en él. Tomo la botella de aceite y vierto una pequeña cantidad en el hueco de mi nano derecha. Froto ambas palmas para extenderlo y que se caliente un poco, antes de posarlas sobre tu pecho. El aceite brilla alrededor de tus pezones, que miro con ansia pero evito con cuidado. Los movimientos de mis manos sobre tu pecho y abdomen se hacen más lentos y firmes. Mis dedos llegan a tu pubis, donde mis manos se separan, yendo una a cada ingle, con suavidad, tocando, acariciando y palpando esa delicada zona, evitando rozar siquiera tu sexo.

Te miro a la cara, de soslayo. No es lo que esperabas, lo sé. Tu piel ha absorbido el aceite. Sonrío, traviesa. Acerco mi cara a tu entrepierna, mi mano derecha se cuela entre tus nalgas y la izquierda rodea, mimosa, tus testículos. Entreabro los labios y me meto tu polla en la boca, sin succionar, quieta. Mi saliva la moja y la calienta. Noto que se endurece y es entonces cuando mi lengua empieza el masaje, dentro de la boca, sin sacarla, tocándola, rozándola y resiguiéndola. El índice de mi mano derecha aletea en tu culo, sin entrar, sólo acariciándolo. Mi mano izquierda sigue con tus huevos el compás que la lengua marca sobre tu polla. Tras estar así un par de minutos, aparto mis manos de tu cuerpo y dejo que mi boca haga lo que está deseando desde hace ya mucho rato...