Aquella noche era importante: corte de pelo por la mañana, comida ligera, ducha caliente, abundante perfume por todo mi cuerpo y la ropa que Ella había comprado para la ocasión: traje negro, camisa blanca, zapatos, calcetines y cinturón a juego. Me extraño la camisa blanca pues el "código" y el "protocolo" es importante para Ella, pero no hice preguntas, me vestí sin más complementos y a las 19:25 cogí las llaves, cerré la puerta y llamé al ascensor.
Tenía que estar a las19:30 y no quería llegar tarde. Estaba nervioso, me miré en el espejo del ascensor, suspiré y una leve sonrisa se apoderó de mi silencio. Las puertas se abrieron, deposite las llaves de casa en mi buzón, excepto la del cajetín que el día anterior se la había dado a Ella.
Allí estaba yo aguardando su llegada mirando los coches pasar, buscando su mirada; una mirada fuerte, dura…, intentando encontrar esos ojos que me cautivaron la primera vez que entraron dentro de mí…
El tiempo pasaba muy despacio, hice el gesto de buscar mi reloj, pero Ella había sido clara: "nada de relojes ni de ropa interior; donde te llevaré no te harán ninguna falta".
Ella jamás llega tarde, no era normal, de hecho, Ella siempre llegaba antes que yo. Así que los nervios se volvieron más insistentes.
Al rato un coche se detuvo delante del portal. Yo miré y no la vi. Eran dos desconocidas vestidas de cuero negro que no dejaban de mirarme. Yo baje la mirada y busque de nuevo mi reloj, siempre lo miraba cuando estaba nervioso, me daba seguridad, pero no lo tenía; opte por moverme un poco del portal como alejándome… Entonces una de ellas, la copiloto, se bajó del vehículo me abrió la puerta de atrás y me invito a subir.
- Sube Javi, te están esperando (dijo con voz serena).
Yo mire a un lado y a otro buscándola a Ella, pero no estaba. Al escuchar mi nombre me dio confianza y me acerqué; me detuve en la puerta del coche y al bajar la mirada, reparé en unos preciosos zapatos de tacón de aguja, la miré y pagué caro mi atrevimiento: me cogió los huevos de golpe y me dijo:
- ¡Entra ya!
Entre rápidamente. En el asiento había una bolsa negra de terciopelo con cordón, unas esposas y unas tijeras.
- Ve hasta el final, que voy a pasar yo también.
Subió, cerró la puerta y el coche arranco.
Yo no me atrevía a decir nada, apretaba mi polla con mis muslos, protegiéndome, y aunque aquello me dolió, estaba excitado.
- Las manos a la espalda.
Me esposó, me colocó la bolsa en la cabeza y la cerró en mi cuello por medio del cordón. No veía nada.
- ¿Puedes respirar, perro?
- Si, Señora
- Vaya veo que has prendido educación de golpe. A los perros como tú hay que atarlos en corto; en cuanto ven unos tacones ajenos se les van los ojos y pierden los modales.
Sentí de nuevo su mano en mis huevos, pero esta vez con mimo, palpando mis genitales.
- ¿No estarás excitado verdad?
Guarde silencio, no quería que lo notara, pero era evidente que lo estaba. Ella se dio cuenta y apretó más la cuerda. Comencé a notar que me costaba respirar.
- Señora no respiro bien…
- Te he preguntado si estás excitado perro, no me hagas repetir las cosas.
- Sí Señora, lo estoy
No acababa de terminar la frase cuando me dio un golpe en los huevos.
- Señora no respiro bien, por favor.
Note como cogía las tijeras y empezó a jugar con ellas por mis huevos.
- Señora, se lo suplico…
Estiró la bolsa y le hizo un pequeño corte a la altura de mis labios, abrí la boca todo lo que pude para recuperar la respiración y ella me escupió dentro…
- ¿Mejor? ¿Ya respiras mejor?
Volvió a escupirme y la verdad es que me encanto. Me sentía sucio e indefenso a merced de dos desconocidas sin saber muy bien que ocurriría.
- ¿Mi Señora no va a venir?
- ¿Tu Señora? ¿Quién te ha dicho que es tuya, perro?
Me abofeteo.
- ¿Crees que la mereces? ¿Crees que un mierda como tú puede decir que es suya?
Volvió a abofetearme está vez con más fuerza.
- Su, recuerda lo que dijo Ella: "nada de golpes en la cara".
- Isa no te preocupes, si se está divirtiendo, ¿verdad cerdo? Tenemos toda una sorpresa preparada para ti.
No supe bien que responder y guardé silencio. Noté que el coche se detenía y hacía sonar el claxon. A continuación escuche lo que parecía el ruido de una persiana vieja de garaje. El coche entro y la persiana bajo de golpe.
Su e Isa bajaron del coche y escuche sus tacones alejarse. Yo me quede inmóvil sin saber muy bien qué hacer ni qué esperar.
Por fin mi puerta se abrió; noté una mano suave en mis labios cargada de un perfume intenso, dulce y amaderado que reconocí inmediatamente; me sobresalte de alegría.
- Señora, por fin, ¿es Usted?
- Cachorrillo…
Lleve mi cabeza hacia su mano acariciándola con mi movimiento, buscando su calor.
- Vamos a quitarte esto, no es necesario que lo lleves.
Me retiro la bolsa y las esposas y mis ojos resplandecieron al verla; con un dedo retiro los restos de la saliva de Su y los introdujo dentro de mi boca sonriendo.
- Una noche movida, ¿no te parece? Te sienta muy bien el traje
- Sí Señora, gracias.
- Préstame atención, ahora pueden pasar dos cosas: la primera es que te lleve de vuelta a tu casa y esto termine aquí; o puedes salir conmigo de la mano del coche para que te entregue a mis amigas y te usen a su antojo. ¿Qué decides?
- Y, ¿Usted qué hará Señora?
- Yo observaré y disfrutaré viéndolo y si me apetece intervenir, intervendré. Todo irá bien. Estoy aquí contigo. Sé que nunca habíamos hablado de esta situación, pero también sé que el que te "cediera" no era uno de tus límites. Llevamos ya un año juntos y creo que ha llegado el momento de avanzar.
- Sí eso piensa Usted, lo haré con gusto Señora.
Ella me cogió de la mano y me saco del coche. Estaba preciosa con vestido corto de terciopelo rojo ajustado de tirantes con escote corazón, zapatos rojos de tacón y una delicada gargantilla de terciopelo rojo adornando su cuello.
Estábamos en una nave alargada grande de techo alto en la que hacía bastante calor con iluminación de fluorescentes blancos a los lados.
CONTINUARA
Esperando la continuación. Me encanta la forma en que trenzas las emociones en tus relatos. Gracias por compartirlos.
ResponderEliminarA ti por desear leerlo. Te propongo escribir juntos la continuación. Ya sabes donde encontrarme, yo a ti no, ni siquiera sé tu nombre.
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