Te has ido ya hace unas horas. Deambulo por la casa, recogiendo una cosa aquí, otra allá... Me siento perezosa y decido regalarme unos minutos más de placer, recordando tu visita, mientras detecto las huellas de tu paso por mi casa.
Más recuerdos que almacenar en el baúl de mi memoria que lleva tu nombre. Veo algo en el sofá, me acerco y lo cojo, comprobando que es una de tus camisetas. Mi sonrisa se amplía cuando recuerdo el momento en que te la quitaste y lo que ocurrió después. Está arrugada. La llevo a la cara y, cerrando los ojos, aspiro tu olor. Te respiro. Ese incentivo refresca aún más los recuerdos, las sensaciones.
Voy hacia el dormitorio, aún respirándote. Me quito la poca ropa que llevo y me pongo tu camiseta. Casi un minivestido para mí, es lo que tiene ser bajita. Ahora me abrazas. Sigo con los ojos cerrados, me tumbo en la cama, que aún huele a ti, pero de una forma mucho más sutil. Tapándome por completo, me dejo estar. Me siento un poco traviesa al pensar que ni de lejos imaginas lo que estoy haciendo y cómo me siento ahora mismo. Pero sé que el olor se disipará muy rápido, que los recuerdos irán templándose e incluso enfriándose y quiero paladear todo, mientras aún está vivo en mí.
Dormiré así esta noche, con una parte de ti en mi piel, sintiéndome menos lejos de ti. Mañana será otro día, empezará una nueva cuenta atrás para el próximo encuentro, será el día de recoger todo, de volver a la rutina. Pero eso será mañana, hoy aún te tengo conmigo.
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