miércoles, 31 de julio de 2019

Tabú

Tabú
Según la Real Academia Española: tabúDel polinesio tabú 'lo prohibido'. 1. m. Condición de las personas, instituciones y cosas a las que no es lícito censurar o mencionar. 2. m. Prohibición de comer o tocar algún objeto, impuesta a sus adeptos por algunas religiones de la Polinesia. Por tanto, es complicado escribir sobre tabúes (o tabús, como prefieras), porque es algo tremendamente subjetivo. Por poner un ejemplo, en algunas culturas, los tatuajes son tabúes. O el incesto, que sin embargo ha sido públicamente practicado por casi todas las Casas Reales durante siglos. Así que me veo en la tesitura de escribir sobre tabúes y claro, escriba lo que escriba, para unas personas será un tabú y para otras simplemente una cochinada o una tontería... A escribir y que sea lo que la imaginación quiera. Uno.- Te observo, pálida bajo la luz de la luna que se filtra entre los visillos de la ventana. No me muevo, apenas respiro. Te deseo tanto, que me duele. Te deseo tanto que sé hasta qué punto puedo entrar, hasta dónde puedo llegar. Y me quedo aquí, clavado, acariciándote con la mirada, aguantando la respiración, entre las sombras, ansiándote de una manera intensa, apasionada, brutal. Noto cómo el deseo crece y crece, se expande dentro de mí como el calor de una bebida caliente en invierno. Empiezan los temblores en mis manos y me noto a punto de jadear. Es el momento de la lucha. Sé que debo irme ya mismo, antes de que el deseo reemplace por completo a la cordura. Pero una parte de mí me insta a quedarme un poco más, me engatusa con la idea de que no pasará nada por unos segundos más... aunque lo que realmente quiere esa parte es que dé un paso más, me acerque y cruce el límite y en lugar de simplemente mirar, haga algo... quizás sólo tocarla, aunque sé que si la toco no será suficiente, querré más y más y más. Me voy, tengo que irme YA. Salgo caminando de espaldas, apurando hasta el final la visión de ese cuerpo dibujado bajo las sábanas. Lo que no sé, lo que nunca sabré, es que, noche tras noche, ella tensa su cuerpo, siente mi mirada, anhela que cruce esa línea que separa el amor fraternal del amor carnal. Dos.- Un año más me toca pasar unas semanas en el pueblo. Antes esperaba esas vacaciones con ansiedad, los días corrían rápidos, jugando, explorando y divirtiéndome hasta la extenuación. Pero he crecido y ahora ya no paso el tiempo correteando con los demás niños o haciendo comida de barro, hierbajos y flores. Ahora mi diversión es pasear, sentarme en un sitio bonito y cómodo, y leer. Nada emocionante, lo sé. Pero así van pasando los días, con más lentitud que antaño, pero sin mayor queja. A mis tíos al principio les preocupaba que me aburriera, pero con el paso de los días se han convencido de que disfruto de la lectura tranquila, así que todos contentos. Eso sí, tengo que cumplir con obligaciones sociales, cosa que antes no ocurría. La principal es la asistencia a misas conmemorativas de aniversarios o bien dedicadas a un santo u otro. Al parecer, basta con que un miembro residente de cada casa haga acto de presencia en la iglesia, eso, por así decirlo, cubre el cupo del resto. Por lo tanto, y como mis tíos tienen algunos achaques (que son básicamente pocas ganas de salir de casa para ir a misa), me toca a mí ser la representante. No soy una persona muy religiosa, la verdad, pero he de confesar que me gusta la atmósfera de paz y tranquilidad que hay en las iglesias, sobre todo en las antiguas como la del pueblo. Es muy pequeña, de piedra, bien cuidada y muy limpia. El tiempo que dura la misa, lo suelo dedicar a la meditación y salgo del acto litúrgico muy relajada. El cura de la parroquia es un hombre ya entrado en años, lo que se suele llamar un bendito. Generoso, con sentido del humor, muy piadoso y sacrificado. Nada que ver con el típico meapilas o santurrón o tirano exigente desde el púlpito. No, de eso nada. Otra buena razón para sentirme a gusto en la iglesia. El sacristán es otro cantar. También tiene sus añitos, no tantos como el párroco, pero los sesenta no los vuelve ya a cumplir, al menos eso creo, porque siempre ha tenido el mismo aspecto, desde que yo era una chiquilla hasta ahora, no ha cambiado nada de nada. El no hace nada sin sacar provecho. Bien sea una invitación en la taberna o un par de billetes. Cualquier cosa extra que tenga que hacer, ya se ocupará de sacarle rendimiento, de una forma o de otra. Solamente el cura siente simpatía por él en el pueblo. Y así pasa el tiempo de mis vacaciones. Hasta hoy. Mi tía me ha pedido/ordenado retirar las flores de los nichos de la familia, ya agostadas por el sol veraniego. Por el qué dirán, claro, no por otra cosa. Sonrío al pensar en eso. Voy paseando hasta el cementerio, al caer la tarde, ya empezando a oscurecer. Está tras la iglesia, recogido, limpio y ordenado como ella. Llevo una bolsa de plástico en la mano para meter en ella las flores y las esponjas donde estaban clavadas. Una vez acabada la tarea, me pongo a pasear entre las tumbas y los nichos, leyendo nombres, fechas, dedicatorias. Curioso, nunca pensé que disfrutaría estando en un cementerio yo sola, casi de noche. Pero es así, es un lugar lleno de paz, que me hace sentir bien. La oscuridad se acerca a pasos agigantados, así que decido volver ya y acortar el camino saltando la pequeña tapia de la iglesia. Al acercarme, veo, con sorpresa, que la puerta está abierta. Es raro, ya que suele abrirse sólo para los actos religiosos y que yo sepa ese día a esa hora, no había ninguno. Así que me acerco, pensando que las mujeres de la asociación cristiana estarán arreglando algo dentro. Y me quedo clavada en la puerta. A escasos metros, sobre el altar, está la mujer considerada más piadosa del pueblo. Está medio desnuda, despatarrada, medio colgando, mientras el sacristán hociquea entre sus piernas. Lo más sorprendente para mí (sí, aún más que eso) es que ella, mientras disfruta lo que le están haciendo, está pasando cuentas de un rosario y rezando sin parar. Me quedo parada, ahí, sin reaccionar debido a la sorpresa. Mi inmovilidad desaparece cuando el sacristán saca la cara de entre los muslos de la mujer y me mira directamente, con una sonrisa libidinosa en la cara. Mi cuerpo reacciona con un salto y escapando corriendo hacia la casa de mis tíos. Los días que me restan por permanecer con ellos, los paso inventando excusas para no volver a asistir a la iglesia. Creo que el verano que viene me quedaré mejor en casa, sola.



Enviado por alyanna

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