Masoquista
Me gustan los abrazos y los besos y los mimos. Me gustan las cosas cálidas y suaves. Me gustan las caricias, el tacto de una mano sobre mi piel. ¿Te extraña? ¿Crees que sólo disfruto con el dolor? No, las cosas no son así, deja que te lo explique... No me gusta hacerme daño. Si me pillo un dedo con una puerta o me doy un golpe, me quejo y blasfemo como el que más. Te sorprende. Porque claro, los masoquistas disfrutamos con el dolor. Pero no con cualquier dolor y no sólo con él. Es como a quien le gusta follar, eso no quiere decir que lo haga con cualquiera o que el placer que pueda sentir sea igual independientemente de la persona con quien lo haga. Los golpes me duelen. Las bofetadas, fustazos, varazos, latigazos, inserciones dolorosas, quemaduras, cortes... Me duelen pero encienden en mí una energía muy primitiva, me excitan, me exaltan, me duele, sí, pero quiero más. Quiero ese subidón que aparece cuando estoy más allá del dolor, cuando los gemidos aúnan queja y placer. Y los quiero sabiendo que quien me los da disfruta, goza, en cierto modo me cosifica. No soy yo, soy una forma de imponerse, de marcar, de poseer, de sentir. La potencia de ese sentimiento en los golpes, esa descarga... eso es lo que me hace vibrar. Y quiero más, más fuerte, más duro y más imaginativo. Quiero aullar, quiero el subidón, quiero sentirme algo, sentirme usado. Quiero que descargues en mí toda tu perversión hecha dolor. Sentir que te impones por la fuerza. Me excita y lo sabes, no puedo ni quiero ocultarlo. No te cortes, hagas lo que hagas, siempre quiero más.
Enviado por alyanna
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