miércoles, 31 de julio de 2019

A Mediodía



Te veo en el rincón, esperando, echando vistazos de cuando en cuando, esperando un gesto mío, una mirada, una palabra que te permita acercarte. Pero me hago la loca, sigo a lo mío, aun sintiendo el peso de tu ansia. Me siento a la mesa. Me descalzo, moviendo los pies y los dedos para desentumecerlos. Bueno, para eso y para ponerte aún más nervioso. Sobre la mesa está preparada mi comida, tal como a mí me gusta, cada cosa en su sitio, perfecto. Sonrío satisfecha, porque sé lo despistado que eres y lo mucho que te cuesta recordar los pequeños detalles a los que yo doy tanta importancia. Ladeo ligeramente mi cara hacia tu rincón, para que puedas ver parte de mi sonrisa. No hace falta que yo te vea, te conozco tanto y tan bien, que sería capaz, si tuviera la habilidad necesaria, de dibujar la expresión que tienes ahora mismo en la cara. Casi babeas de contento. Pincho una porción de comida y la llevo a la boca, pero, justo antes, detengo mi mano. Me giro sobre la silla, sacando mis piernas de debajo de la mesa. Dejo caer el bocado aún intacto sobre mi pie derecho, justo en la base de los dedos. Te miro, observándome, tenso. Y te susurro "Ven a comer". Jamás te vi moverte con tanta rapidez. Pero te frenas al llegar. Arrodillado frente a mí, observas mi pie con la comida con expresión famélica. Acercas tu cara a mi pie. La ladeas, para coger con delicadeza el trozo de carne, aprovechando el movimiento para rozar tu mejilla contra los dedos del pie. Durante una décima de segundo cierras los ojos, saboreando el momento. Masticas y tragas. Y miras mi pie manchado. Me suplicas permiso con una mirada y yo hago un gesto de asentimiento. Y empiezas a lamer, limpiando la diminuta gota de jugo que quedó. Olfateas, vuelves a lamer y para acabar, me secas tu saliva con la mejilla. Decido que, a partir de ese día, comeremos juntos.





Enviado por alyanna

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