sábado, 27 de julio de 2019

El Balcón

El balcón Me prometió que jamás me pediría nada para lo que no estuviera preparada. Y yo confío en él, plenamente. Así que si él cree que puedo hacerlo, es que puedo hacerlo, por mucho que yo sienta pánico cada vez que lo pienso. Puedo hacerlo, espera que lo haga y he de esforzarme. A eso me comprometí, a esforzarme por complacerle, a hacer las cosas lo mejor posible, siempre, salgan o no salgan. Y él desea esto, así que he de intentarlo al menos. Mi cabeza repite lo mismo una y otra vez, como un mantra, intentando aplacar así mis nervios, mi angustia, mi temor. No sé si seré capaz, sinceramente no lo sé. El tiempo parece avanzar más rápidamente. Y a medida que se acerca la hora, aumenta mi miedo, mis ganas de negarme, de suplicarle para que cambie de idea. Pero sólo pensar en defraudarle, me frena. Oscilo entre mi temor a lo que me espera y mi angustia por fallarle. Sería la primera vez que me negara a algo que me pidiera. Exteriormente inmóvil, interiormente bullendo mis pensamientos, inquietos. Y llega el momento. El se acerca a mí. Me conoce, donde otros ven tranquilidad y reposo, él puede leer mi ansiedad. Y sonríe. Y al ver su sonrisa parte de las dudas se desvanecen. No todas, pero sí algunas. Mi corazón sigue latiendo velozmente, aún siento el temblor de mis manos y piernas, pero lo intentaré. A una señal suya, me levanto y dejo caer el vestido que es la única prenda que me cubre. Voy caminando, muy despacio, hacia el ventanal que da al pequeño balcón del piso. Es una tarde clara, luminosa, soleada. Me detengo justo antes de salir, dudando. El se ha levantado y está un par de pasos tras de mí. Inspiro con fuerza, abro la puerta-ventana y adelanto un pie, hacia fuera. Mi corazón parece querer salirse del pecho, es una sensación casi dolorosa. De repente, todos los sonidos parecen amplificarse, siento ruidos por todas partes, tengo la sensación de que todas las miradas convergen en mí, a pesar de saber que muy pocas personas pueden verme donde estoy. Otro paso más hacia la barandilla. Siento su presencia en el marco de la puerta, observando el esfuerzo que sabe que estoy haciendo. Puedo imaginar su sonrisa, medio de diversión, medio de orgullo. Porque sabe lo que me está costando dar estos pequeños pasos. Llego a la barandilla del balcón, con la mirada perdida en el horizonte. No sé si hay vecinos que puedan verme o no, prefiero no saberlo. Me quedo quieta, esperando. Y de pronto, siento sus manos sobre mis hombros, su aliento acariciándome la oreja con su susurro "Lo has hecho bien. Muy bien" y su beso suave en mi cuello, que me hace estremecer. En ese momento, el mundo desaparece, me da todo igual, me siento por encima de todo y de todos. Me siento suya.


 Autor alyanna

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