Todos los días igual, la misma rutina. Todo a la misma hora, cruzarme con los mismos desconocidos. Estaba hartándome de mi vida.
Y sobre todo estaba hartándome de la vecina de arriba. Todas las mañanas, indefectiblemente, acaparaba el ascensor. Había probado a salir unos minutos antes o unos minutos más tarde, pero en vano. Parecía hecho a propósito. La mayoría de las veces acababa bajando por las escaleras.
Pero hoy no. Si hoy vuelve a suceder, le diré cuatro cosas a la fresca esa. Joder, ya me he vuelto a cortar afeitándome.
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Todos los días igual, la misma rutina. Levantarme, ducharme, vestirme y escuchar. Sí, soy mala y retorcida, pero me gusta chinchar al estirado de abajo. Hace más de un mes que me di cuenta de su costumbre de bajar la ventana de la cocina justo antes de salir. Siempre la abría antes de acostarse y la cerraba antes de salir por la mañana. Me llamó la atención esa constancia en algo tan singular. Y por eso siempre podía calcular cuándo salir para llamar el ascensor y mantenerlo inoperante durante unos minutos. Me suponía un placer perverso sentir cómo su impaciencia crecía, escuchar sus pasos de un lado a otro del descansillo... A veces hasta bajaba a pie sólo por no esperar más.
Porque he de confesar que me gustan las pequeñas perversidades. Bueno, y las grandes también. Nadie adivinaría jamás que tras esta fachada de mujer aburrida y respetable, hay una bruja libidinosa. Es como ponerme la deliciosa ropa interior que tanto me gusta y cubrirla con aburridas prendas de algodón lisas y prosaicas.
Escucho atenta los sonidos de la vivienda inferior y pienso "hoy parece que nos hemos levantado de mal humor" y no puedo evitar una sonrisa pícara.
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Joder, cuando algo empieza mal, está visto que seguirá igual. Primero el corte al afeitarme y ahora se rompe el asa de la taza, bañándome en café caliente. Mierda. Ahora a cambiarme a toda prisa y ya me puedo olvidar de desayunar. Bueno, con suerte la chalada del ascensor ya se habrá ido cuando salga.
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Qué raro, hoy se retrasa demasiado. Ha debido tener algún accidente doméstico, a tenor del jaleo y los improperios que lanzó hace un par de minutos. Así que me preparo para salir, con calma. Hoy me he dado el capricho de ponerme unas medias en lugar de los panties de siempre. Me detengo ante la puerta del piso, inclinando la cabeza en posición de escucha. Hoy voy a sacarle realmente de sus casillas.
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Bueno, ya está, por fin. Si me doy prisa, llegaré a la hora de siempre. Justo hoy que tengo tanto trabajo atrasado. Mierda.
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Escucho el golpe seco al cerrarse la ventana y me apresuro a salir, pulsando el botón de llamada del ascensor. Justo cuando llega, escucho cerrarse la puerta de abajo. Sonrío. Se abre la puerta del ascensor y la mantengo abierta, contando mentalmente los segundos... uno... dos...
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No, no, no, hoy no. Hoy no. HOY NO. No sé en qué momento lo he decidido, pero me encuentro subiendo el tramo de escaleras que nos separa. Me va a escuchar la imbécil esta. Me va a oír, sí señor.
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Vaya, pero si está subiendo las escaleras. Uy, uy, uy, me parece que me toca paga el pato del mal día a mí. Pues nada, me meto en el ascensor y bajo. Si me doy prisa, no llegará a tiempo.
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Vaya, se están cerrando las puertas del ascensor, se me va a escapar. Y un huevo. Me muevo más rápido y consigo meter una mano deteniendo la puerta del ascensor, tocando el sensor. La veo dentro, tan vulgar como siempre, mirándome fijamente.
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Interesante. Las pocas veces que nos hemos cruzado me parecía un tipo anodino. Bueno, hasta que me di cuenta de lo de la ventana de la cocina. Esa costumbre suya despertó mi curiosidad y mis ganas de chincharle. Y ahí estaba, furioso, enrojecido y mirándome como si fuera una cucaracha. Ja, no sabes con quién te estás metiendo, no tienes ni idea.
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Irrumpo en el ascensor como un jabalí al ataque. Ella me mira como quien observa una bacteria en el microscopio. Me pregunto si será bibliotecaria, tiene toda la pinta. Pero hoy me va a oír la tía esta, me va a oír.
Justo mientras pienso eso, siento que algo se me sale del bolsillo de la chaqueta, por el impulso que tomé para entrar en el ascensor antes de que cerrara la puerta. Estupendo, ahora se me va a caer el móvil y con el día que llevo, se hará añicos, fijo.
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Parece que hoy no es su día. Me esfuerzo por no soltar una carcajada cuando, al entrar casi trastabilleando, el móvil sale del bolsillo de su chaqueta como un misil. Un misil que, por cierto, va a impactar en mis medias nuevas.
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Alargo la mano inclinándome al mismo tiempo, tratando de cogerlo antes de que llegue al suelo. Va directo a la pierna de mi vecina, no pienso, sigo bajando, cierro la mano en un puño... justo por encima del lugar donde cae mi móvil, acabando con mi mano rodeando parte de la pantorrilla de mi vecina. Miro hacia arriba, con intención de disculparme y mi mirada vaga por debajo de la falda. Coño, pues al final no va a ser una bibliotecaria, la tía lleva medias y no panties. Mmmm y desde aquí la vista de sus piernas es de todo menos aburrida.
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Me doy cuenta de que ha disfrutado del panorama que oculta mi falda y eso me irrita profundamente, así que le golpeo suavemente con el pie "¿Qué, te gusta el paisaje?". Veo cómo se ruboriza y empieza a tartamudear. Su mano se ha deslizado hasta mi tobillo, el muy tonto no se ha dado cuenta de que lo está agarrando, ni siquiera cuando lo muevo.
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¿Qué me está pasando? Mmmmm, jamás en mi vida había olido algo tan maravilloso. Su pie, a apenas unos centímetros de mi cara, golpeando suavemente mi pecho, para llamar mi atención. Jamás había pensado que un pie pudiera oler así. Ni ser así, ahora que me fijo. Incluso con unos zapatos tan aburridos como los que lleva, la piel del pie parece brillar bajo la sutil capa de la media. Y siento el impulso de quitarle el zapato, para ver los deditos de sus pies, enfundados en la media y llevármelos a la cara, para empaparme de ese olor, para sentir la suavidad.... Ostias, ¿qué me pasa? No me fastidies, ¿los pies? ¿Me estoy poniendo burro por unos pies?
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Me doy cuenta del momento exacto en el que él pasa de ser sólo un vecino que mira bajo mi falda a ser un amasijo de deseos. Al primer toque de mi zapato con su pecho, cuando no me soltó el pie, supe que algo había tras esa cara de cabreo. Me encanta la forma en que mira mi tobillo y desliza esa mirada hacia el empeine. Sé que está deseando ver más. Sé que está deseando tocar. O que le toque. Conozco muy bien esa mirada. Pero si quiere más, ha de ganárselo.
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Estoy loco. Eso es. Este día de perros me ha afectado. El corte, el café, el cabreo. Me ha afectado, esto es una locura transitoria, algo que pasará. Así que voy a recoger mi móvil, levantarme y seguir como si nada. Eso es. Me levanto y la miro. Tiene una extraña expresión en su cara, como si tuviera un secreto divertido que me atañe pero no estuviera dispuesta a contármelo. Me agacho para recoger el móvil. Ella hace un movimiento con su pie, casi pisándolo. Y otra vez me quedo como en trance, inclinado, viendo ese pie, esa piel, esas curvas y acercándome más de lo necesario para captar ese delicioso olor. Mmmm. Definitivamente, tengo que cambiar mi rutina.
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