martes, 26 de julio de 2022

Lágrima


Te miro. Apenas nos separa un paso, pero siento que jamás has estado tan lejos de mí. Tienes la mirada clavada en mi cara, como si intentaras descifrar pensamientos, sentimientos... yo qué sé. Es una sensación casi física, un roce inexistente en mi piel, una caricia inquisitiva.

Nos separa ese metro, una zancada, un segundo. Pero son tantas cosas... tantas, que esa pequeña distancia me supone un arduo viaje, lleno de obstáculos.

Tu mirada, que antes tiraba de mí, que me anclaba, se escurre ahora. Mi piel y la razón la esquivan. Mis sentimientos la apartan. Pero sigue ahí, buscando.

Siento el hastío subiendo por mi garganta, el sabor de la bilis del cansancio emocional llenándome la boca y decido que ya basta. Que no más.

Tus ojos, como siempre, me leen, no necesito hablar. Los miro, por última vez. Brillantes, enormes en su tristeza. Se llenan de lágrimas, rebosando sobre el párpado inferior. Y los cierras, en un vano intento de ocultar el dolor que te causo, que me causas, que nos causamos y que no volveremos a sentir más. Y entonces una gota aparece, suspendida en tus pestañas durante un ínfimo y eterno momento, antes de caer y deslizarse por tu mejilla, trazando el húmedo camino del adiós.

Y me voy, en tu oscuridad de ojos cerrados, llevando conmigo, para siempre, la imagen de esa gota resbalando.


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