domingo, 28 de agosto de 2022

Cabreo

Contigo quería hablar. Sí, contigo. Tú, que vas por la vida con la nariz levantada, mirando a todo el mundo por encima del hombro... Pero vamos, que si quieres ser un gilipollas es asunto tuyo, es tu elección, no tengo nada que decir. Pero te has saltado los límites. Lo que tú hagas con lo tuyo es asunto vuestro y de nadie más. Y lo que yo haga con lo mío es asunto nuestro y de nadie más.

¿Quién demonios te has creído que eres para juzgarme? ¿Quién te ha dado la potestad de dirimir quién es Dominante y quién no? ¿Quien cojones eres tú para decirme lo que puedo o no puedo hacer con mi propiedad?

Estoy harta de personajillos como tú, Dominantes de libro y de salón, de puertas para afuera. Esos grandes Dominantes que exigen protocolo y respeto público, que buscan más la admiración ajena que la experiencia propia.

Escúchame bien, "mayusculito". Yo tengo una propiedad. Yo soy Ama, soy Dueña de una maravillosa persona que se ha puesto en mis manos. Y como Dómina, Dueña y Señora de esa persona, puedo hacer lo que me plazca sin tener que dar explicaciones a nadie y mucho menos a un pelele de medio pelo como tú.

Si quiero azotarle, le azoto. Si quiero tenerle simplemente a mis pies mientras hago lo que sea, lo tengo. Si quiero imponerle castidad, se la impongo. Si le quiero vestido, lo está. Si le quiero desnudo, lo está. Y si le quiero sentado a la mesa conmigo en lugar de a cuatro patas en el suelo, lo está también. Y si le quiero follándome, lo está también. Cualquier cosa que no traspase los límites acordados. Cualquier cosa, ¿te enteras? que yo quiera, no que quieran o esperen los demás.

A ver si te enteras, imbécil, que dominar no es seguir un listado de normas y prácticas. Que dominar y tener a alguien, es hacer lo que se desee con esa persona, lo que se desee. Desde el momento en que empiezas a pensar en el qué dirán o qué pensarán los demás, dejas de someter y de poseer y te conviertes en esclavo de los demás y de sus opiniones.

Te has recreado públicamente intentando ridiculizar mi relación con mi perro. Y no te das cuenta, eres tan cortito que no te enteras de que lo único que has conseguido es ponerte en evidencia.

Así que sigue con tus cosas, mayusculito, sigue mostrando lo "Dominante" que eres, tratando como inferiores a los sumisos y sumisas, exigiendo tratamientos y fijándote solamente en las formas y no en el fondo. Yo seguiré disfrutando de mi relación, haciendo lo que me salga de la peineta en cada momento, que para eso soy yo, YO, la que decido. No los demás ni sus opiniones. Yo.

Sigue, "dominante de salón", sigue luciéndote en público y arrastrándote en privado. Yo, mientras, estaré haciendo lo que me salga del mismísimo, que para eso soy quien soy y soy lo que soy.

Espero habértelo dejado claro. Si no es así, no tendré ningún problema en repetírtelo, quizás con algún ejemplo concreto.

sábado, 27 de agosto de 2022

Recuerdo...

Lo recuerdo con una sonrisa, a pesar de los años que han pasado y de todo lo que sucedió después. Era noviembre. Me ordenó registrar mi nick con su collar. Se supone que debería sentirme emocionada, feliz, jubilosa, pero lo único que sentí fue pánico.

Me conocía bien. Bueno, al menos esa parte de mí. Y me dijo que hablara. Yo ya sabía que lo que dijera iba a tenerse en cuenta, pero que no me aseguraba que su decisión final fuera la que yo deseaba. De hecho, a veces, mis razones conseguían el efecto contrario al esperado.

Así que, como siempre, fui sincera y directa. Le pedí que por favor esperara a después del primer encuentro real, que pasaría en unos días, antes de hacerlo. Que no sabía si sería lo suficiente, si daría lo suficiente, si le haría disfrutar lo suficiente, si aguantaría lo suficiente...

Él dijo que estaba seguro, que no le hacía falta saber nada más. Que registrara el nick en ese mismo instante pero que, por consideración hacia mí, no me haría usarlo hasta después de nuestro encuentro. Y así lo hice.

Y llegó el día. El tiempo a veces parecía ralentizarse y en otras ocasiones, volaba. Me preparé para él, pensando en qué haría conmigo y sintiendo esos nervios que nos hacen sentir tan vivos en algunas ocasiones.

Cuando entró, lo primero que hizo fue poner su mano en mi barbilla, subir mi cabeza y pedirme que le mirara a los ojos. Después de mucho esfuerzo, conseguí subir mi mirada hasta su nariz. Él se reía al ver mis intentos de mirarle a la cara, mientras me ponía colorada como un tomate. Siempre le encantó hacerme ruborizar, cosa, por otro lado, nada complicada de lograr.

Unas horas más tarde, mi aspecto había cambiado por completo. Me sentía pegajosa, pringosa, dolorida y feliz. Notaba la existencia de retazos de mi piel que hasta ese día desconocía.

De rodillas, desnuda en el centro de la cama, me pidió que cerrara los ojos. Obedecí y escuché el tintineo ya para entonces familiar de la bolsa de deportes que había llevado (llena de cosas sorprendentes para mí, todo sea dicho). Y sentí el roce de sus dedos en mi cuello, mientras me ponía el collar.

Era un collar de cuero negro, casi como un cinturón, con una trabilla metálica para enganchar la correa, también de cuero negro. Cuando ya lo tenía puesto, me dijo que abriera los ojos. Le pregunté si estaba seguro y me dijo que sí, pero que ya estaba seguro desde hacía mucho tiempo.

Cuando se fue, recorrí estancia por estancia, recordando qué pasó en cada sitio. Por primera vez sentí orgullo cuando me vi reflejada en el espejo, con el cuerpo medio retorcido para ver las marcas intensas aún en mis nalgas, los restos de goterones de cera aquí y allá. El resultado de su obra sobre mí. Y mi collar negro, destacando en mi cuello, oliendo a nuevo, rígido, calentándome por dentro y por fuera. Dormí con él puesto esa noche.

Al día siguiente, me ordenó ponerme el nick con collar. Muchas personas hacen ostentación de su collar. Otras sienten el orgullo natural de llevarlo. Yo sentía orgullo pero también sentía el peso que era llevarlo. La responsabilidad, porque mis actos, mi conducta, todo lo que tuviera que ver conmigo o con lo que yo hiciera o dijera, también le implicaría a él. Y tenía que redoblar mis esfuerzos por no equivocarme.

Muchas felicitaciones, mucha alegría... el primer día. Después empezaron a aparecer "amigas" o "conocidas" que me comentaban cosas "por mi bien", que  intentaban darle un significado a cosas que tenían otro completamente distinto. Aparecieron bellas mariposas revoloteando a su alrededor, como si el hecho de haberme tomado (a mí o a cualquier otra, es una cosa que he visto con otras personas también), le convirtiera en una especie de trofeo.

El hecho de llevar collar también hizo que personas que jamás se habían fijado en mí, lo hicieran ahora. También como un juego o un desafío, supongo. Cazar a la sumisa con collar.

Era incómodo. Era irritante. Era triste. Tenía que rechazar los comentarios, sugerencias y ofrecimientos de esas personas, pero de forma educada, cuando a veces me habría gustado decir cuatro o cinco cosas bastante inconvenientes.

Le informaba a él de todo lo que sucedía. A él le hacía gracia ese repentino cambio de actitud de ciertas personas. Y seguimos en nuestro mundo particular, en nuestra burbuja que nos aislaba del resto de personas cuando estábamos juntos.

Nunca volví a llevar collar virtual, sí real. Me he ahorrado chismorreos, decepciones y malos momentos. Nunca he entendido que se quiera acabar con una relación, que se quiera ensuciar algo tan maravilloso. ¿Que él o ella no te ha elegido a ti o no se ha entregado a ti? Vale, escuece, incluso duele, pero el que esté con otra persona o no, no va a hacer que te elija a ti. Hay cosas que no se elige sentir. Y sí, hay cosas que no puedes dejar de sentir como quien da a un interruptor. Pero sí se puede decidir qué hacer al respecto.

Me han hecho mucho daño, como a tantas otras personas. Y precisamente por eso, por saber qué es lo que se siente cuando te dan donde duele, yo no lo haría. Quizás soy demasiado tonta o ilusa.

Anoche, tumbada de madrugada en mi cama, sin poder dormir, de repente y sin saber el motivo, recordé ese momento, el momento en que, con los ojos cerrados, me puso mi collar. Y sentí que tenía que contártelo, no sé porqué. Tal vez porque deseo que tú sientas o vuelvas a sentir algo parecido al poner o recibir un collar, con todo lo que conlleva, la responsabilidad y el orgullo. O quizás simplemente era una especie de purga de mi cabecita loca, a saber.

sábado, 20 de agosto de 2022

Cubiertos

Desnuda, el cuerpo extendido sobre la superficie de la cama, relajada pero al mismo tiempo anhelante,sus ojos cerrados...

Un hombre se sienta mirándola de cerca. Observa lenta y perezosamente la piel expuesta ante él. Blanca,suave, apetecible. Quizás demasiado blanca. Juguetea con un tenedor, pasándolo de una mano a otra.

"Es una delicia". El súbito pensamiento despierta una idea. Y se inclina sobre la espalda de la mujer, tenedor en mano.

Coloca las cuatro púas en la superficie, justo bajo el cuello y hace presión. Ve cómo se hunden, formando cuatro hoyuelos idénticos. Ella se estremece ante la sensación y esa piel tersa y casi perfecta se eriza suavemente. El hombre coloca su dedo índice sobre la curvatura del tenedor, para facilitar la guía y la presión y hace que se deslice hacia abajo, resiguiendo la columna vertebral. Cuatro líneas blancas paralelas que se van transformando en suaves caminos rosados al cabo de unos instantes.

Al llegar a las nalgas, se detiene. Ve el resultado de su obra y sonríe. Aumenta la presión del tenedor a medida que lo desliza hacia el cuello otra vez, en esta ocasión por el costado más cercano a él, dibujando curvas y volutas. Ella se mueve ligeramente, señal de que quizás esté presionando demasiado, así que se detiene, se echa atrás y la mira. No tan blanca ahora, no tan suave a la vista, pero increíblemente más deliciosa y apetecible.

Se levanta, mete una mano bajo el cuerpo femenino y empuja hacia arriba y hacia un lado, indicándole que debe girarse, quedar boca arriba.

Traza un círculo casi perfecto rodeando el ombligo,sube hacia el pecho derecho y al llegar a la base, levanta el tenedor  y comienza a pinchar aquí y allá, a veces con suavidad, otras veces con algo de violencia. Ella reprime un gemido, sus pezones se erizan, captando la atención masculina.

Pasa las púas del tenedor por los pezones, levemente.Ella sonríe y al verlo, él la abofetea con la mano libre, haciendo que jadee más por la sorpresa que por el golpe en sí.

Decide que ya basta, así que como broche final, con la presión justa para no hacer herida, dibuja una P en su vientre, con la intención de que sea la última marca en desaparecer.

Se pone en pie y se desabrocha el cinturón. Ella entreabre los ojos, anhelante, deseándole, como sucede siempre que le tiene cerca. Él se saca el cinturón, enroscando el extremo en un puño. Ella parpadea y siente ya el cosquilleo de lo que se avecina.

El hombre chasquea los dedos y ella se pone automáticamente a cuatro patas. Las líneas de la espalda apenas se perciben ya, pero él mantiene la vista fija en ellas mientras su cinto tiñe de rosa la piel de los glúteos. Ella, inconscientemente, balancea las caderas levemente hacia adelante y atrás. No. El placer es de él. Así que lanza un golpe certero a la entrepierna que hace que ella aúlle y se quede quieta. Bien.

Le acaricia suavemente con la punta de los dedos antes de pellizcarle. Ella gime. Él coge su cabello y tira de su cabeza hacia atrás. Sin soltarla, da un paso lateral para verla mejor. Las mejillas húmedas de lágrimas contradicen el brillo de sus ojos y su mirada hambrienta.

Satisfecho, recoge el tenedor, se vuelve a poner el cinturón y sale.

martes, 16 de agosto de 2022

Causalidades

Habían pasado ya casi tres meses desde que su mundo se volvió cabeza abajo. Un nuevo comienzo, con la ilusión y el miedo que ello conllevaba. Necesitaba una distracción para las pocas horas que le quedaban libres durante la jornada. Algo suyo, algo que no tuviera relación con el pasado ni con nadie de esa época. Y así, volvió a una de sus diversiones favoritas: el trivial online.

Buscó un lugar con poca gente y pocos días más tarde, ya se había hecho al programa con el que se jugaba y empezó a divertirse. Con el paso del tiempo, entre partida y partida, empezó a charlar y conocer a los demás usuarios, creando así una atmósfera casi familiar en ese canal.

En una de esas ocasiones, en una charla con un usuario, él le preguntó si sabía qué canal del chat tenía más usuarios. La mujer, pensando que era lo más lógico, contestó que el canal #sexo, o alguno similar. Con una risa, el usuario le indicó que no, que el canal con más usuarios era #mazmorra.

La mujer, en su ignorancia, pensó que sería un canal dedicado a algún videojuego, como Dragones y mazmorras o similar y así se lo hizo saber al usuario, quien, tras una carcajada mayúscula, le aclaró que no, que en ese canal "unos iban a pegar y otros a que les pegaran". La mujer quedó sorprendida, preguntándose cómo sería eso de pegar o ser pegado en un chat. Y ahí quedó la cosa.

Días después, en un parón en el que no había juego ni charla, la mujer se dedicó a una de sus aficiones: pedir una lista de canales y leer sus tópics.En ellos había encontrado cosas interesantes, divertidas,ingeniosas...

Al llegar a #mazmorra, se fijó en que el tópic era una dirección web en la que se anunciaba que estaban las normas del canal. "Ajá, si leo las normas me enteraré de qué es eso de pegar o dejarse pegar en un chat". Dicho y hecho, sin pensar más, clicó en la dirección, sin darse cuenta de que así lo que hacía, al estar en la lista de canales, no era entrar en la web sino en el canal en sí.

En cuanto se dio cuenta de lo ocurrido, salió del canal, con el corazón acelerado y sintiéndose ridícula. Apenas unos segundos más tarde, un nick desconocido le abría un privado. Un usuario de #mazmorra se había fijado en su nick entrando y saliendo

Ella se disculpó y explicó lo que había pasado. La reacción del hombre la sorprendió, ya que se ofendió muchísimo al leer lo de "pegar y ser pegado". Acto seguido, le empezó a hablar de una cosa llamada BDSM. Le dio varias direcciones web con información al respecto y le dijo que cualquier duda que tuviera, se la consultara sin problema.

La mujer se lo agradeció y se dispuso a leer sobre ese nuevo mundo que había descubierto de forma totalmente accidental. A medida que iba leyendo la información que le había pasado el hombre, sentía una especie de liberación, de tranquilidad. Porque a lo largo de su vida, se había sentido rara, incluso enferma por las cosas que imaginaba, deseaba y fantaseaba. Cosas que había relegado a un rincón de su mente y había cubierto con el polvo de lo considerado socialmente normal y aceptable.

También sentía que era terriblemente complicado vivir una "vida BDSM", que había que ser muy fuerte, muy segura, tener las cosas muy claras. Entregarse a alguien o aceptar tener en tus manos a otra persona era, para ella, una de las cosas más difíciles del mundo.

Le agradeció al hombre la información que le había aportado. Compartió con él sus pensamientos y él fue muy agradable con ella. Empezó a hablarle todos los días, a esperar los momentos entre partidas para hablar con ella.

La mujer temía que el hombre pensara que ella podía ser sumisa, así que le dijo claramente que no era así. Una mujer sumisa era una mujer valiente, una mujer fuerte. Lo que ella no era ni sería nunca. Él dijo que bueno, que simplemente quería hablar y ella se sintió un poco tonta por haber pensado algo tan absurdo.

Una tarde, repentinamente, en medio de una conversación totalmente insulsa, el hombre le dijo "Tráeme las zapatillas". Ella frunció el ceño al leer esa frase, con una media sonrisa en los labios. ¿Que le lleve las zapatillas?. Así que le dijo que no, que no se las llevaba.Él no dijo nada, sólo siguió con la conversación, como si nada. Pero ella quedó inquieta. No hacía más que darle vueltas a su petición y su negativa. No le habría costado tanto teclear una frase o dos, diciendo que se las llevaba. Pero por otra parte, !qué tontería¡ ¿no?

La actitud de él no cambió en los días siguientes. Esperaba pacientemente a que acabara una partida para charlar unos minutos antes de empezar la siguiente. Ella se pasaba todo el rato pensando en zapatillas y sintiéndose ridícula por hacerlo. En el fondo, deseaba que él se lo volviera a pedir, para así librarse de ese desasosiego que tenía encima.

No lo hizo. Siguió hablándole de poesía, de fotografía, de viajes, paisajes... Y lo que pasó después, bueno, eso es tema de otra historia.

lunes, 15 de agosto de 2022

Gracias

Porque te cansaste de esperar
porque te cansaste de decepciones
porque sólo encontraste engaños
porque se agotó la esperanza
porque decidiste tirar la toalla y centrarte en otros aspectos de tu vida
porque cerraste esa parte de ti, tratando de olvidarla y de llenar tu tiempo con otras cosas
porque creíste que ya había pasado tu tiempo
porque sabías que no podías aportar
porque te desgastabas poco a poco
porque tuviste lo perfecto y sabes que no volverá
porque ya ha pasado tu momento
o por cualquier otro motivo

Por eso te alejaste de tí mism@, dejaste ese hueco vacío para siempre, te rendiste. Guardaste en el fondo de un armario o de un trastero tus juguetes, enterrando con ellos los recuerdos. O simplemente los tiraste sin más, como si con ello se enterraran o tiraran tus sentimientos.

Y es por eso que gracias. Gracias porque la vida es tan sumamente retorcida que le encanta golpearnos en los momentos más inesperados. Gracias porque todas esas vivencias negativas, malas, ayudan a valorar más las cosas que no lo son tanto. Gracias por el dolor, la desazón, la inquietud, la pena, el desvelo, la tristeza, la rendición, el desgaste... gracias porque ellos nos dan perspectiva y hacen que valoremos un instante, un día, una semana, el tiempo que sea en el que nos volvemos a sentir vivos, completos, intactos, como éramos antes.

Gracias a las Dóminas y Dominantes, a las sumisas y sumisos, a los switch, a todas aquellas personas que, a pesar de todos los "porques", siguen adelante.

Castigo

Un cuarto oscuro, sólo iluminado parcialmente por la temblorosa llama de una vela. Ante ella, arrodillada y sobre sus talones, una mujer observa el baile del fuego. Su silueta apenas se vislumbra. Los rasgos de su cara, serenos, oscilan con el movimiento de la vela encendida.

Desde el dintel de la puerta abierta, de cuando en cuando, un hombre observa la escena. La constancia en la quietud, la calma, la paciencia de la mujer ante la llama le llenan de satisfacción y tranquilidad.

Ella siente su presencia, como un tirón dentro de su cuerpo hacia el lugar en el que se encuentra. Pero está centrada en ver la llama, en apenas parpadear, en permanecer inmóvil.

Es su castigo. Soberbia, orgullo, engreimiento, egoísmo. Todo ello solapado con una falsa modestia y humildad.

Con el tiempo aparecieron las molestias, que se convirtieron en dolor. Las lágrimas brillaban en su cara, lanzando destellos plateados con el baile de la pequeña luz frente a ella. Una pequeña luz, sí. Una llama frágil pero que ahuyentaba la oscuridad a su alrededor. Que incluso daba calor y compañía. Y empezó a sentirse humilde ante ese cabo de vela que se iba agotando con el tiempo, cuyas lágrimas de cera parecían espejo de las que corrían por sus mejillas.

viernes, 5 de agosto de 2022

materiales naturales

A ella no le gustaban los tumultos. Siempre andaba añorando lugares de regocijo y esparcimiento poco frecuentados. Lugares donde poder ser ella, mostrarse sin estridencias ni postureos. No era una sumisa exhibicionista, lo más y no era poco, profunda, realmente bella y sobre todo obediente y complaciente. TAmpoco se tenía por una sumisa que disfrutase en exceso del dolor. En su boca decia: yo no soy nada masoquista, pero si es el deseo de mi Señor..
No había día que no se esforzase por serlo aun más. 
Como decía: a mi lo que me preocupa es irme a descansar sin haber dado todo de mi.

Como cada día, su Señor colocó la ropa que ella debía ponerse encima de la cama. Y al lado una nota con varias indicaciones
Corset de encaje, medias, zapatos de tacón, y en la nota: - encuentra un flogger o látigo que haga vibrar. Quiero verte llorar. Quiero ver cómo la gente se revuelve al ver tus lágrimas. Y a continuación una nota con una frase: Serás capaz?
Por todos era sabido que su Señor era alto, ferreo, estricto, sádico y también considerado. Parco en risas. Raramente se le veía sonreir.
Y como cada noche, aparecían en la sala que apenas era transitada por una decena de personas, quizás menos.
Mejor, bien sé que a mi sumisa no le gustan los tumultos, y sabien que tampoco es exhibicionista, podré hacer lo propio con ella.
Como cada noche, él tomaba la palabra, saludaba a los presentes y poco después colocaba el cojín de su sumisa y la miraba. No era necesario decirle nada más. Presto, ella ya sabía cual era su sitio. Aquella noche, su Señor empezo a hablar de cuero, látigos, sangre, cadenas, cómo hacía crecer a su sumisa en el dolor, cómo la hacia llorar, el precio y el coste de las lágrimas, y cuánto disfrutaba con esto.

En la sala siempre habia alguien contando alguna anécdota más o menos divertida. Aquella noche no iba a ser la excepción.
Un usuario empezó a hablar de flogers naturales. 
- Floggers naturales?? Qué es eso?? No te estarás refiriendo a varas de bambú o de rattan??
- No Señor, tampoco osaria a partir o maltratar una planta. Tienen vida y yo me opongo a quitar la vida a un ser vivo, ya sea animal o vegetal. Estaba duvitatibo... Se le habría escapado algún látigo para azotar? Después de todo es sádico y disfruta infringiendo dolor y mirando como su sumisa vierte lágrimas. 
- Maldita pirada...penso él.  

Su sumisa seguia en su cojín, leyendo mucho, pensando aún mas, y hablando lo mínimo.

Esta noche mi sumisa pasará al siguiente nivel de dolor. Se lo he pedido y me lo ha prometido. Sé que no me defraudará. Mi propósito es exhibirla ante todos Ustedes y vean cómo llora por y para mi. Pensaba para sus adentros sin decir nada. 

 Quien conociera a su Señor, sabía que hablaba en serio. No daba puntada sin hilo. Ya lo había hecho otras veces.
- Crees que podrás??? -Se lo pregunto de viva voz. Si Señor.
 - Ya sabes que no me gustan las sumisas desobedientes y menos aun las que no sean creativas. 
-Si, Sr. Lo sé. Y haré lo que me ha pedido

El no dudaba de ella, Sin embargo se mostraba contrariado de su seguridad. Poco después llamaron a la puerta.
- Maldito correo expres, ya no respetan las horas de reposo, dijo él, a la vez que se levantaba y se dirigia a la puerta a abrir.
Vio a un chico joven con una caja, firmó el resguardo, le dio las buenas noches. Cerro la puerta y volvio al salón donde se hayaba su sumisa que aún permanecia en el cojin. No era necesario atarla ni decirle varias veces la postura en la cual debía permanecer.  Con las palmas de las manos hacia arriba y la mirada clavada en el suelo. 

- Buena chica.. Asique esto... Lo habrás pedido casi cuando te estabas vistiendo...
- Si Sr 
Ven. Voy a exhibirte. Quiero que la gente vea como lloras y sufres por mi...
Mando encender las cámaras de los allí presentes, y al poco empezo a abrir la caja.
Sin mediar palabra empezo a hacer gestos peculiares, hacía muescas y levantaba las cejas...
- Un floggler de peluche??? pero esto que coño es?? Seguia desenvolviendo y leyendo etiquetas: flogger gusano con ojos...
Estaba atónito
Floggler plug suave y cosquilloso...
POr momentos ella ya titubeaba, empezaba a hacerse patente la risa y se mezclaban con lágrimas..
- Cállate!!!! Maldita perra!!!
- El resto de los presentes miraban atónitos la caja recibida cuya mercancia parecía no tener fin..
y fue así como la sumisa complaciente hizo que los presentes y también ella sufrieran  el mayor de los dolores, lágrimas y vergüenza, que fue la mirada de desaprobación, tristeza y decepción de su Amo, dándole lo que le prometió pero no de la forma que él esperaba. 

jueves, 4 de agosto de 2022

miel amarga


Hastiado, veo el collar que no hace tanto rodeaba su cuello. El símbolo de lo que éramos el uno para el otro, lo que ella había catalogado como su joya más preciada, la ùnica prenda que necesitaba llevar puesta para sentirse ella misma.

No era un cuento de hadas, ni un guión de una película de fin de semana. Era una relación, nuestra relación, que fuimos creando paso a paso, creciendo juntos, de la mano. Ella era mía y así la sentía.

Creamos juntos espacios donde reunirnos con personas afines, lugares donde encontrarnos, charlar, compartir... Era mi orgullo verla moverse entre nuestros invitados, repartiendo sonrisas, comentarios agradables, bromas.

Era consciente de su fuerte carácter, es más, me gustaba ese rasgo suyo, me complacía aún más sentir cómo se refrenaba ante mí, cómo se doblegaba a mis deseos, a mi presencia.

Todo maravilloso, sí. Con sus vaivenes superados que acrecentaban nuestra relación. Hasta que se rompió. A veces es necesario cortar relaciones como se corta la carne en un quirófano, para poder sanar y seguir adelante. Es doloroso, aun cuando es necesario y no queda otra salida.

No fue fácil, ni limpio. Por experiencias anteriores, sabía que era cuestión de tiempo dejar esa amargura atrás y guardar sólo los buenos recuerdos. Y me dispuse a seguir adelante, una nueva etapa, con ese vacío que ella llenó durante tanto tiempo.

Pero al igual que algunas heridas escuecen, pican y sanan, hay otras que  crean una costra bajo cuya superficie supura la infección. Yo no supe nada hasta que me acerqué a casa de unos de nuestros amigos. No caí en el infantilismo de crear bandos. La relación era nuestra, sólo nosotros nos separamos. Por ello mi sorpresa y disgusto fue especialmente intenso al verme  rechazado una y otra vez por las personas que antes acudían alegres a mi casa, a ese espacio que creé para las reuniones. No entendía nada.

Ese carácter tan suyo había aflorado. Ese conocimiento de todos nuestros conocidos y amigos era ahora utilizado en mi contra. Rumores, comentarios intencionadamente inocentes. Sutilezas. Nada contra lo que poder luchar, nada que poder afrontar. Se creó a mi alrededor una especie de neblina de sospecha  que mantenía a la mayoría alejada de mí y cerca de ella.

La conozco. Sé que se siente triunfante. Que ha urdido con paciencia e inteligencia esta red de palabras no dichas y acusaciones no formuladas. Sé también que su orgullo le escuece cuando se entera de que alguien me acompaña, de que esos salones antes repletos de gente, ahora están más vacíos de personas pero más llenos de risas y charlas.

Y veo el collar y me siento hastiado por todo esto. Ese collar que ceñía su cuello, que era acariciado por los rizos de su cabello, representa ahora el engaño, la mentira, la manipulación.

Y me digo una y otra vez que es mentira, que no importa. Y la mayoría de los días y las noches, funciona. Me arropo en las palabras de quienes me acompañan.

Y lo que más me duele son los recuerdos, recuerdos de miel que ahora amarga.



flogger pony

Una estancia en penumbra, apenas amueblada con un sofá, una alfombra y una tupida cortina que cubre los vidrios de la ventana y les aisla aún más del exterior.

Él está sentado en el sofá, serio y pensativo, taladrando con la mirada a la mujer que está en pie ante él.

Su mente se llena de imágenes, fantasías y posibilidades. De momento, disfruta del tenue temblor apenas percibido en el cuerpo femenino.

Ella tiene la barbilla casi tocando su pecho, la mirada baja. Nota el nerviosismo en cada poro de su piel y se sorprende cuando piensa que, apenas diez minutos antes, estaban charlando y riendo, relajados en el salón. Entonces no tenía ningún problema con su mirada ni notaba el irritante rubor cubrir sus mejillas. El silencio y el escrutinio al que está siendo sometida hacen que su cuerpo vibre cada vez más, la convierte en puro nervio.

Apenas un susurro, pero parece resonar en las cuatro paredes que les rodean: "Desnúdate". Ella siente un escalofrío a lo largo de su columna vertebral y el temblor se concentra en sus manos, haciendo que sus dedos casi tableteen en el aire. Esos dedos, que, trémulos, se elevan hacia la parte superior de su vestido, para bajar la cremallera. La tela acaricia su cuerpo de camino al suelo, donde queda como un círculo de color sobre la alfombra. El cierre del sujetador se resiste unos segundos, pero pronto la prenda se posa sobre el vestido arrugado. Las bragas, a cuya elección dedicó tanto tiempo unas horas antes, se pierden entre sus pies cuando las baja hasta los tobillos. "Quieta". Ella, a punto de erguirse, mantiene la postura, doblada hacia adelante, las puntas de los dedos rozando aún el encaje de la prenda
interior.

Él se levanta y camina alrededor de ella. Ella siente los dedos masculinos rozar apenas la piel de sus nalgas expuestas. El roce de la ropa sobre el cuero le indica que él se ha vuelto a sentar. "A cuatro patas, sin moverte del sitio".

Es fácil, sus rodillas ceden con total facilidad. Las acomoda sobre la suavidad de la alfombra e, inclinándose, coloca las palmas de las manos también sobre su superficie. Le tensa más el hecho de no poder verle, así que cierra los ojos intentando así agudizar más el oído. "Cabeza al suelo". Inclina los hombros hacia abajo, coloca sus manos una sobre otra y, coronándolas, apoya la frente sobre ellas. Se siente y está, más expuesta. Los segundos parecen alargarse eternamente, mientras sigue esperando.

Le oye levantarse y escucha el sonido de una cremallera al abrirse. Recuerda, en un rincón, una bolsa oscura, colocada con cuidado y sabe que es el momento de descubrir lo que guarda en su interior.

Mientras piensa en eso, repentinamente, sin más, siente el fuerte impacto de su mano en la nalga izquierda. La sorpresa, por inesperado, hace que se tambalee ligeramente. Su piel, tras unas décimas de segundo, empieza a calentarse en el lugar del azote. Ella inspira profundamente, esperando más. Pero el segundo azote no llega. Ella frunce ligeramente el ceño, gesto fruto más de frustración por no saber que de otra cosa.

Él se inclina ligeramente sobre ella, dejando que dos de sus dedos se deslicen entre sus piernas, sin llegar a penetrarla, pero lo bastante como para sentir cómo comienza a humedecerse. Y es sólo el principio, piensa complacido. Esa piel tan blanca que casi reluce en la penumbra de la habitación, quedará totalmente teñida de tonos rosados, rojos e incluso algún toque púrpura. Toda para él, a su disposición. Pero él es paciente y sabe disfrutar y paladear cada fase de la sesión. Y ahora se alimenta de la sensación de vulnerabilidad que emana de ella. Desvía la mirada ahora hacia el contenido de la bolsa de deporte que con tanto cuidado dejó preparada unas horas antes. Duda con qué empezar...

Finalmente decide optar por lo clásico. Según reaccione a ello, podrá ir subiendo la intensidad y cambiando de artículo.

Con el flogger en la mano se acerca hacia ella, quiere que vea el instrumento de placer y tortura que va a utilizar, quiere que se imagine lo que va a sentir antes de comprobar cómo será la realidad.

Sonríe, satisfecho al verla ahí, así, dispuesta y con ganas. Y siente algo parecido a la ternura al notar su cuerpo estremecerse cuando se detiene ante su cabeza postrada en el suelo.
"Mírame". Ella levanta la cabeza como a cámara lenta, como si le pesara varias decenas de kilos más.

Le cuesta, lo noto y me gusta. Me gusta mucho eso.

Ella no sabe si será capaz de mirarle. Se siente tonta, porque no hace tanto que le miraba a los ojos mientras charlaban y bromeaban, pero ahora.... Ve que tiene las manos ocultas tras la espalda y se pregunta qué sostendrá con ellas... tal vez nada. Los últimos centímetros,hasta mirar su cara, le resultan casi imposibles de superar, pero lo consigue, con gran esfuerzo. Es irritante sentirse así. Irritante,emocionante y excitante. Se muerde los labios y sus ojos danzan sobre toda la cara masculina,incapaces de permanecer más de un segundo sobre su penetrante mirada.

"Mira lo que tengo para ti" dice él mientras mueve las manos para mostrar lo que tenía a sus espaldas.

Ella baja la mirada, con curiosidad por saber qué es, con alivio por poder evitar su mirada directa y con curiosa ansiedad por saber qué es lo que le espera. Cuando ve el flogger, su boca se desencaja, sus ojos se abren desmesuradamente y un sudor frío cubre todo su cuerpo. Toda la tensión, ansiedad, excitación, curiosidad y sumisión se borran de un plumazo al ver el artefacto que él porta entre sus manos.

"¿Pero qué coñ...?" masculla mientras se levanta, recogiendo con furia y rapidez las prendas de ropa y saliendo con ellas en la mano, sin siquiera ponérselas.

Él se queda mirando, anonadado, la puerta entreabierta por la que ella acaba de salir. Unos segundos más tarde, escucha un portazo, el de la puerta de la entrada principal y le parece escuchar un sonido apagado extraño, como una carcajada.

Se sienta en el sofá, derrotado, las manos colgando entre las piernas separadas, sintiéndose estafado una vez más. Y ya van muchas. Muchas veces en las que ha puesto la ilusión y la esperanza sobre la mesa, en que ha creído encontrar la persona adecuada para hacer realidad sus sueños, sus fantasías, alguien con quien compartir el placer de los gustos comunes. Y, una vez más, se ha quedado solo. Y siempre en el mismo punto. Siempre al ver el flogger. "Hablan mucho, prometen mucho, pero a la hora de la verdad, cuando se enfrentan a él, salen corriendo", piensa mientras sus dedos juguetean inconscientemente, con los ponys de colores que adornan cada tira del flogger. "La próxima vez, sacaré el del unicornio de purpurina primero, a ver si ese asusta menos"