viernes, 31 de marzo de 2023

Cansancio

Sé que está ahí, esperando, mirándome, vigilando. Esa exigencia muda, paradójicamente nacida de la obediencia, me cubre como una pesada losa de piedra.

Recuerdo la época en la que su mirada brillante era reflejo de la mía. Recuerdo las ganas, la ilusión, los planes, el placer, las ideas, las fantasías, las realidades compartidas. Me sentí el hombre más afortunado, el más poderoso. Mía. Esa persona que estaba ante mí, entregada, era mía.

Y todo fue maravilloso. Con algunos tropiezos al principio, como era normal, unos ajustes. Pero su docilidad, sus ganas, la ayudaron a sortear esos escollos, a que encajáramos como dos piezas de un puzle.

Pero estoy tan cansado... cansado de esa mirada suplicante de atención que me sigue en todos mis movimientos. Cansado de la rutina en que nos hemos estancado, de la que no parece haber salida.

Es todo lo que soñé, todo lo que deseé. No tengo nada que reprocharle, de hecho, creo que nadie podría hacerlo. Obediente, diligente. Sin queja. Y son precisamente esas virtudes, esas capacidades, lo que me ahoga, lo que ha apagado mis ganas. Lo que la ha convertido en lo que no era, haciendo desaparecer su viva personalidad, su ingenio, incluso su risa. La busco y sólo encuentro pasividad, espera. Callada exigencia, pidiendo atención sin decir nada.

No tengo fuerzas, ni ganas, he de confesarlo, para intentar resucitar a la persona que me cautivó. Para explicarle que deseo tenerla. A ella. No sólo a un cuerpo dispuesto a lo que se me antoje. Qué irónico. Como la famosa maldición china "ojalá todos tus deseos se hagan realidad".

Y aquí estoy, con los ojos cerrados, sintiendo su cercanía, mientras espera que me despierte, inicie el día y le dé las órdenes que obedecerá sin rechistar. Estoy cansado. Pero ella no merece esto. Merece la verdad. Así que, por fin, decidido, abro los ojos. Y ahí está ella, esperando. Y le digo:

- Tenemos que hablar.

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