Me preguntas qué es lo que me gusta. Y yo sé el tipo de respuesta que esperas y durante un par de segundos estoy a punto de dártela. Pero no lo hago. Por algún motivo que no entiendo y que me irrita mucho, siento que tú eres diferente. Con cada conversación crecen mis ganas de complacerte, de arrancarte una sonrisa, una frase amable que me haga sonreír y sentir cómo mi corazón late un poquito más rápido.
Así que no, no te doy la respuesta que esperas. No te doy un listado de prácticas, parafilias y fantasías concretas que puedan o no coincidir con las tuyas. Lo que hago es ser sincera. Porque, por primera vez en mucho tiempo, siento algo, un cosquilleo, unas ganas. Y no quiero mentirte. Tú no lo sabes, o eso creo, pero ya me tienes un poquito.
Y te contesto la verdad, aún a riesgo de que puedas pensar que es una respuesta falsa, dicha para parecer quizás más interesante. No es así. Es simplemente la única que puedo darte.
¿Qué es lo que me gusta? Lo que guste a quien me tenga. Lo que le haga disfrutar, sentirse pleno, divertirse o simplemente ser. Mi placer es la sonrisa, el que esté orgulloso de mí, esa mirada que tanto me cuesta mantener, que veo de reojo, fija en mí, como si fuera algo valioso.
Me gusta la sensación de paz cuando mi cabeza se apoya en sus piernas. La ternura de una caricia distraída en mi cabeza mientras ve la televisión o habla por teléfono o lee, conmigo a sus pies.
Me doy cuenta de mi torpeza mientras respondo, pero no puedo callarme, ni mentir. Me doy cuenta de que ese pequeño brillo de interés se va apagando conforme intento explicar, poner en palabras un sentimiento que me cuesta definir sin caer en la ñoñería o en frases trilladas.
Y cuando por fin me sonríes, es un gesto de educada despedida, como si ya no estuvieras conmigo, aquí, sino mirando alrededor o pensando en otras cosas. Para ti ya no estoy, Ya no cuento.
Me despido con una frase educada que sé que apenas habrás escuchado y me vuelvo a mi rincón. El cosquilleo, los latidos rápidos se han convertido en una especie de piedra pesada, en un sentimiento casi físico, en un dolor disfrazado. Y aún así, desde ahí, te sigo con la mirada, deseando que encuentres lo que buscas, lo que necesitas, lo que te completa, lo que te haga feliz. Y me siento tonta, por sentir.
Elegante, sensible, sincero, irradia sensibilidad y belleza. Dulce rincón... Dulce dolor...
ResponderEliminar