jueves, 15 de junio de 2023

Me hace agua 2.0

"Ahora me toca a mí"... esas palabras permanecieron suspendidas entre ambos, unos segundos. Su tono era serio, casi frío. Aunque, la verdad, con él nunca se sabía. Le gustaba mucho jugar al despiste, la ironía, la retranca gallega. De todas formas, pronto sabría.

El silencio se alargó. Cerré los ojos y me dejé llevar por la sensación de paz que siempre aparecía en los silencios compartidos. Me sobresaltó ligeramente el sonido que hizo al desplazarse. Miré de reojo y vi que se había sentado en el borde de la cama. Esperé.

"Ven"

Me levanté, notando las piernas un poco rígidas. Me acerqué hasta situarme frente a él, la mirada baja. Él tomó mi mano y tiró de mí hacia abajo, al tiempo que con la otra volvía a subir mi falda por atrás. Lo entendí perfectamente y me coloqué boca abajo, sobre su regazo.

Apoyó la palma de una mano sobre mi nuca y la mantuvo ahí, como si la hubiera colocado sobre un reposabrazos. Después de un rato, sentí sus dedos internarse entre mi pelo, las yemas acariciando mi cabeza, suave y lentamente. Sonreí de puro placer. Deslizó la mano hacia abajo, por la parte posterior de mi cuello y después resiguiendo mi columna, por encima de mi blusa. Y después hacia arriba de nuevo, hasta encontrarse de nuevo con mi cabello. Pero esa vez no hubo caricia suave, esa vez tomó un mechón en su puño y apretó, tirando de él con firmeza, haciendo que mi cabeza se levantara con cierta brusquedad. En esa postura, sentí su mano libre posarse sobre mi trasero expuesto. Metió la palma de la mano entre mis piernas, que quedó tan pegajosa como estaban mis muslos después de "mi regalo".

Frotó la mano sobre mi trasero, como si quisiera limpiársela. E inesperadamente, el primer azote. La sorpresa me hizo respingar y sentí el tirón de mi pelo, a pesar de que él no había movido esa mano. Una caricia hacia mi cadera, un ligero pellizco, lo suficiente para dejar una marca rosada y otro azote. Esta vez no moví la cabeza, pero fue él quien tiró un poco más de mi pelo. Me soltó, con brusquedad, para colocar la mano en la parte trasera de mi cuello.

Sentía su mirada de una forma casi física. Esperaba, no sabía el qué. Y llegó. Una lluvia de azotes, metódicos, fuertes, sonoros, con una cadencia lenta pero continua, de quien sabe lo que quiere y cómo lo quiere. Su respiración se agitaba por momentos, al compás de los golpes. Su mano férrea apretando ligeramente mi cuello, la otra coloreando mi piel, despertando el picor de los golpes, calentando mi cuerpo.

Todo terminó tan repentinamente como había comenzado. Sentía mi culo caliente, muy caliente. Me soltó y me empujó con suavidad hacia el suelo, donde quedé medio tumbada, a sus pies. Se inclinó hacia adelante, pasando su mano sobre mi cabeza, murmurando "criaturilla".

Sonreí de oreja a oreja, como él sabía que sucedería.

"Vamos!" Por el tono en que lo dijo, entendí que era hora de recoger e irnos. Me puse en pie, arreglé mi ropa lo buenamente que pude, me puse las bragas, tomé el bolso... él esperaba junto a la puerta. La abrió para que saliera. En el pasillo, antes de volver a cerrarla, echó un vistazo al interior y murmuró "Sí, una buenisima tarde!!!". Sonriente, con el calor de sus manos aún en mi piel, me despedí en ese pasillo de hotel, diciéndole "Es usted maravilloso"

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